El actor y humorista cubano Ulises Toirac volvió a hacer lo que mejor sabe hacer: decir verdades como puños, pero sin perder el filo de la ironía. Esta vez, su blanco fue uno de los pilares del aparato oficialista: la Asamblea Nacional del Poder Popular, que para muchos cubanos no es más que un teatro con guion preescrito desde bien arriba.
Desde su cuenta en Facebook, Toirac cuestionó con dureza la falta total de debate real dentro del Parlamento cubano, donde —según él— lo que reina no es la representación popular, sino el miedo al disenso y la obediencia ciega al poder.
“Cada pata que se ha metido lleva la aprobación y el aplauso de ‘nuestros representantes’”, escribió el artista, dejando en claro que los diputados no están ahí para cuestionar ni para defender al pueblo, sino para repetir lo que les dictan desde la cima del Partido. Y lo dijo sin pelos en la lengua: «El miedo a disentir, a oponerse, a incomodar… está criminalizado».
Una Asamblea de maniquíes
Toirac no mencionó nombres, pero sus palabras encajan como anillo al dedo en la polémica generada por la exministra Marta Elena Feitó, quien —con tremenda falta de tacto y conexión con la realidad— afirmó que en Cuba no hay mendigos, sino gente disfrazada buscando ron.
El humorista denunció el automatismo con que se aprueban medidas aberrantes, sin que ningún diputado levante la voz, tire la puerta ni siquiera para salvar la dignidad del cargo que ocupa.
“Todo fluyó suave como la brisa”, ironizó Toirac, dejando claro que en la Asamblea nadie se indigna ni aunque les pongan en bandeja el disparate más grande.
La realidad como único enemigo
Pero quizá su frase más demoledora fue: «El enemigo es la realidad.» Con esas pocas palabras, Toirac desnudó el divorcio brutal entre lo que dice el régimen y lo que sufre el cubano de a pie, ese que vive con la nevera vacía, la cabeza llena de preocupaciones y el alma desgastada de sobrevivir.
La etiqueta #YoSoyMendigo, que usó en una de sus publicaciones, no fue un acto de lástima personal, sino una protesta frontal: una manera de decir que en esta Cuba rota, hasta los que tienen oficio y talento necesitan ayuda para llegar a fin de mes.
“Debo ser uno disfrazado que evade impuestos, pero no llegaría a fin de mes si no me ayudan. En Cuba muy pocos pueden”, escribió, reflejando una verdad incómoda para el poder: que ni el artista, ni el maestro, ni el médico —nadie— puede vivir con dignidad en un país que ya no tiene cómo sostenerse, más allá de los discursos vacíos.
La farsa se tambalea
El mensaje de Toirac se suma a un coro creciente de voces dentro y fuera de la isla que ya no pueden —ni quieren— callar. El escándalo provocado por la ministra Feitó fue solo la chispa. Lo que arde es el país entero, cansado de que le digan que vive en un paraíso mientras las calles se llenan de miseria, basura y desesperanza.
Toirac, con su humor cargado de verdad, le ha metido el dedo en el ojo al cascarón del “Parlamento del pueblo”, que de pueblo ya no tiene ni la paciencia.
Y si algo ha quedado claro con su publicación es que el humor, cuando se usa con conciencia, se convierte en una poderosa arma contra la mentira institucionalizada.
Porque como él mismo lo dejó caer con sorna y coraje: “En Cuba, hasta ser mendigo es un acto político”.