Mientras el país se cae a pedazos y la mayoría del pueblo anda más preocupado por llevar algo a la mesa que por una subvariante con nombre de nube, el doctor Francisco Durán, eterno vocero del MINSAP y rostro repetido del oficialismo sanitario, regresó a su tribuna televisiva para hablar de la variante XFG del COVID-19, también conocida como Stratus, que ya circula en más de 30 países.
Pero como siempre, el régimen opta por el mismo guion de siempre: restar importancia, ocultar cifras y vender calma.
“En Cuba no ha muerto nadie de COVID desde 2022”, soltó Durán, con su acostumbrado tono de falsa tranquilidad. Sin embargo, no ofreció ni una sola cifra concreta sobre contagios actuales, ni confirmó si la nueva cepa está o no está entre nosotros. “Es muy posible que esté presente”, dijo, como quien no quiere comprometerse, pero tampoco quedar mal.
Una alerta vacía en medio del caos cotidiano
El especialista reconoció que su advertencia anterior fue solo “preventiva” y que “gracias al trabajo que se hizo durante la pandemia”, el virus se ha mantenido controlado en la isla. Lo que no dijo es que ese supuesto control vino con represión, encierros forzados, falta de medicamentos y una crisis hospitalaria que todavía pesa.
Mientras la Organización Mundial de la Salud cataloga la XFG como “variante bajo vigilancia”, el doctor cubano prefiere aferrarse a la idea de que aquí no pasa nada. Y para no perder la costumbre, defendió a capa y espada las vacunas cubanas, como si la realidad no hubiera demostrado que la población sigue sin acceso a refuerzos actualizados ni información transparente.
«Las vacunas nuestras han dado buen resultado», insistió Durán, aunque la gente siga haciendo colas infinitas hasta para conseguir un analgésico. En lugar de hablar claro sobre los riesgos reales, volvió a pedir que la gente “se cuide”, “use nasobuco” y “mantenga distancia”.
Pero la calle está diciendo otra cosa.
La vida sigue sin garantías sanitarias
A pesar de sus promesas, el sistema de salud cubano está colapsado. Falta personal, faltan insumos, y sobran enfermedades desatendidas. Mientras Durán hablaba de prevenir COVID con disciplina individual, reconocía al mismo tiempo que hay más de 4,600 personas ingresadas con dengue y que cinco provincias están en transmisión activa de arbovirosis.
Y si eso fuera poco, ahora el virus Oropouche también se está metiendo por los rincones, afectando más territorios que el dengue. Aunque, según él, no causa gravedad, la vigilancia epidemiológica sigue siendo débil, y la atención médica, inestable.
¿A quién quieren engañar?
La estrategia oficial parece ser la de siempre: bajar el volumen a la crisis y seguir echándole la culpa al bloqueo o al clima. Ni siquiera confirman oficialmente la presencia de la variante XFG, a pesar de que los viajes internacionales no paran y el virus ya se mueve de país en país con rapidez.
«Todo cuidado sigue siendo poco», dijo Durán para cerrar, como si con esa frase bastara para ocultar el desastre sanitario que vive el país, donde la gente ya no sabe si morir de virus, de hambre o por falta de medicamentos.
La COVID puede haberse vuelto invisible para el noticiero, pero la desconfianza en las instituciones y la incapacidad del régimen para enfrentar una nueva oleada son más visibles que nunca.