El primer ministro de Cuba, Manuel Marrero Cruz, volvió a plantarse en la Asamblea Nacional este miércoles con el mismo guion reciclado: prometer una “nueva etapa” para reimpulsar la economía… usando las mismas fórmulas fracasadas de siempre.
Según él, en el segundo semestre de 2025 se activará un nuevo “mecanismo de gestión, control y asignación de divisas”. Otra vez el régimen sale con el cuento del Programa para corregir distorsiones, como si el problema fuera un error técnico y no el resultado de décadas de desastre planificado.
Con tono de vendedor de humo, Marrero aseguró que ahora sí va a funcionar. Que se va a “transformar” el mercado cambiario, que se consolidarán esquemas de financiamiento y que las divisas generadas por las empresas estatales se distribuirán “más eficientemente”.
Pero el pueblo cubano ya se sabe esta novela. Y no termina bien.
La tercera es la vencida… ¿o la más descarada?
Lo que no soltó Marrero, por supuesto, es que esta “transformación” es la tercera en solo tres años, y que las dos anteriores fracasaron estrepitosamente. ¿Quién era el arquitecto de esas reformas? El mismísimo Alejandro Gil, exministro de Economía, que terminó echado en febrero de 2024 por corrupción. Y eso fue después de haber empujado con entusiasmo cada medida absurda del régimen.
La historia es larga y repetida. En 2022, Gil nos vendió el cuento de la compraventa “racional” de divisas. En 2023, la pesadilla de las Cadecas colapsadas y las colas de cien días para cambiar cien dólares. En 2024, la supuesta “flexibilización” del tipo de cambio que, en la práctica, disfrazaba otra vuelta de tuerca a la dolarización.
Y aquí estamos en 2025: el peso cubano por el piso, el dólar marcando el paso en el mercado informal y las remesas sosteniendo a millones de familias.
Del socialismo al cinismo, todo en MLC
Cuando Gil fue removido, ya no quedaban dudas de que el experimento había fallado. Reconoció, al borde del llanto, el desastre de la Tarea Ordenamiento, la inflación descontrolada, el hambre y la incapacidad de importar ni arroz. Pero cerró su discurso en TV con una joya para la historia: “la vida es dura, pero la única salida es la revolución y el socialismo”.
Esa frase quedó como epitafio de su gestión y como símbolo del cinismo institucional que sostiene al castrismo.
Ahora, Joaquín Alonso Vázquez lleva el timón del desmadre económico, aunque de resultados concretos, ni rastro. Marrero sigue echando leña al mismo fuego: que las divisas irán directamente a las empresas, que eso generará más oferta… Pero nadie menciona qué pasará con la gente, con el cubano de a pie, que sigue obligado a comprar dólares en la calle para poder comer.
Porque en esta Cuba “socialista”, todo lo esencial —desde la comida hasta los trámites migratorios— solo se consigue en MLC.
Más promesas vacías y menos vergüenza
Los expertos ya lo han dicho mil veces: mientras no se garantice un acceso justo a las divisas, lo único que crece es la desigualdad. Esta economía paralela, donde el que no recibe dólares está condenado al hambre, no es un error: es una política de exclusión disfrazada de reforma.
El régimen dice que quiere “desdolarizar”, pero la realidad es otra. Hoy, Cuba está más dolarizada que nunca, y el peso cubano es poco más que papel mojado.
Marrero insiste en pedir paciencia y confianza, pero el pueblo está cansado de esperar. Después de tantos planes rotos, tantas mentiras oficiales y tantas vueltas de tuerca, la gente quiere resultados reales, no más palabritas dulzonas desde el estrado.
