Los cantantes urbanos Dany Ome y Kevincito El 13 anunciaron su regreso a los escenarios de Cuba con dos conciertos programados para los días 18 y 19 de julio en Pabexpo, La Habana. El anuncio llegó a través de un video grabado en pleno Malecón, donde Dany Ome soltó una frase que encendió las redes: “Díganle a los artistas que ya salí del hospital. Cuba entera coge candela”.
Como era de esperarse, el post no pasó desapercibido. La emoción por el regreso del dúo, especialmente entre el público más joven, se mezcló rápidamente con una ola de críticas y sospechas sobre los hilos que mueve el régimen para permitir este tipo de eventos.
El escenario no es cualquiera
No es lo mismo cantar en una plaza pública que en Pabexpo, un espacio controlado directamente por el Grupo Empresarial Palco, subordinado al Consejo de Estado. En Cuba, eso significa una cosa clara: todo lo que ocurre ahí debe contar con el visto bueno del poder. No es un simple local que se alquila por teléfono y ya. Para cantar ahí, hay que pasar por filtros políticos.
El influencer cubano Un Martito Durako fue uno de los que no dejó pasar este detalle por alto, destacando que presentarse en Pabexpo es meterse directamente en la maquinaria del Partido Comunista, aunque sea con una pista de reguetón de fondo.
El manager del dúo, Magdiel Díaz, intentó despegarse de ese fuego cruzado diciendo que toda la gestión corrió por cuenta de un empresario conocido como El Puma, y que no hay ningún tipo de relación con instituciones estatales ni con Santy Ogbetua, el santero que apadrina espiritualmente a Dany Ome. Pero, por muy lejos que quieran parecer, no hay manera de entrar a un recinto como Pabexpo sin que el régimen meta su mano.
El peso de la memoria
Entre los comentarios que más dolieron estuvo el de una usuaria que recordó que la madre de Dany Ome fue parte de las Damas de Blanco. “¿Cómo se regresa a cantar donde maltrataron a tu familia?”, preguntó con crudeza.
Y es que ese es el nudo del asunto: mientras hay quienes enfrentaron al régimen en carne propia, sus hijos —por éxito, por ingenuidad o por necesidad— terminan subiéndose a los mismos escenarios que responden a la maquinaria del poder. Esa contradicción social todavía sangra en muchas familias cubanas.
¿Inocentes o indiferentes?
También aparecieron voces más comprensivas. Algunos defendieron que los artistas no tienen por qué cargar con responsabilidades políticas, que su misión es hacer música, punto. Alegan que, al final, todo en Cuba está intervenido por el Estado, y que pretender que un cantante pueda actuar sin roce con el régimen es vivir en una ilusión.
Otros recordaron que estos jóvenes ni crecieron ni se formaron dentro del sistema cubano, así que quizás no entienden —ni quieren entender— el peso simbólico de ciertos escenarios. “No se les puede pedir más. Ellos solo quieren cantar”, escribió otro seguidor.
La música bajo la lupa del poder
Más allá de las justificaciones, la polémica no es sobre un concierto, sino sobre el constante uso de la cultura como fachada del régimen. El castrismo lleva décadas presentándose como defensor del arte y la alegría del pueblo, cuando en realidad lo manipula para legitimar su control absoluto.
El regreso de Dany Ome y Kevincito El 13, por muy esperado que sea, se convierte entonces en una nueva oportunidad para cuestionar el uso político de la música y la cultura en Cuba. Porque no se trata solo de reguetón, luces y tarima: se trata de quién decide quién puede cantar… y dónde.
Y mientras tanto, el pueblo sigue dividido entre el deseo de disfrutar y el dolor de saberse parte de un show armado sobre las ruinas de la libertad.
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