En su empeño por tapar el sol con un dedo y desviar la atención de la crisis galopante que asfixia al pueblo cubano, el régimen volvió a montar otro de sus espectáculos: esta vez con una supuesta operación antidrogas en el municipio Tercer Frente, Santiago de Cuba. El “hallazgo” fue una plantación ilegal de marihuana, que según las fuentes oficialistas, apareció gracias a denuncias de los propios vecinos.
La historia, contada con bombo y platillo en redes afines al castrismo como “El Cubano Fiel”, habla de un cultivo en la zona de Peña Blanca, donde la Policía Nacional Revolucionaria supuestamente descubrió más de 400 plantas de cannabis, algunas casi tan altas como un poste de luz.
Pero como ya es costumbre, la nota no da nombres, no aclara cuántos fueron los detenidos ni mucho menos aporta evidencias reales. Todo queda envuelto en ese halo de “operativo exitoso” que tan bien maneja la dictadura cuando le conviene armar escándalos para entretener al pueblo y disfrazar su fracaso.
Una represión disfrazada de “lucha antidrogas”
Este supuesto operativo se suma a una cadena de redadas que han ido ocurriendo en esa misma provincia, como si de repente Santiago se hubiera convertido en el epicentro del narcotráfico. A finales de mayo, el régimen se vanagloriaba de haber incautado más de 3,000 plantas en La Tabla. Lo mismo, gracias a “la colaboración del pueblo”.
Por esos días, medios oficialistas compartieron frases rimbombantes como que los cultivadores “parecían campesinos, pero usaban la tierra para dañar a la sociedad”, según publicó el perfil Héroes del Moncada, otra boca del Ministerio del Interior.
El mismo libreto se repitió con un joven arrestado en Salvador Rosales, Songo-La Maya, cuando contaba miles de semillas de marihuana como si fuera un botín. En esa ocasión, hablaron de varios implicados y delitos en cadena: cultivo, distribución y tráfico. Pero nunca se aclaró cómo esas redes sobreviven en un país hipervigilado donde no se puede ni comprar una libra de pollo sin dar el carnet.
¿Y el verdadero delito? Ser joven y estar desesperado
No es secreto para nadie que muchos de los que terminan metidos en estos “cultivos” no lo hacen por maldad, sino por pura necesidad. Con una economía por el piso, sin empleo digno, sin comida ni esperanzas, muchos jóvenes ven en el mercado ilegal una tabla de salvación.
El régimen, sin embargo, responde como siempre: mano dura y represión. En junio, un tribunal en Ciego de Ávila condenó a un hombre a 20 años de prisión por cultivar marihuana, y a otro a tres años solo por saberlo y no delatarlo. A ambos les arrebataron sus derechos ciudadanos como si fueran traidores a la patria, cuando los verdaderos criminales están en las cúpulas del poder.
Una “campaña nacional” con fines más oscuros que verdes
Toda esta pantomima forma parte del llamado “tercer ejercicio nacional contra delitos e ilegalidades”, otro invento del régimen para mantener la paranoia, vigilar al pueblo y hacer creer que todavía tiene control sobre algo. Pero los analistas lo tienen claro: más que una política antidrogas, es una estrategia de control social.
Y mientras la prensa del régimen aplaude los “logros” del MININT, lo que no dicen es que la distribución de marihuana —y otras sustancias— ya está circulando por toda la isla, no solo en La Habana, sino también en pueblos olvidados, donde las condiciones de vida empujan a la gente a sobrevivir como puedan.
Las redes sociales y los contactos informales se han convertido en canales comunes para ese negocio subterráneo que crece en silencio. Y aunque el gobierno intenta maquillar el problema como una cruzada heroica, lo cierto es que el consumo y tráfico de drogas es solo otro reflejo del colapso total del modelo socialista cubano.
Una crisis moral sembrada desde el poder
En vez de encarcelar a quien siembra marihuana, el régimen debería preguntarse por qué hay miles de jóvenes dispuestos a arriesgar su libertad por unas matas. La respuesta está en la miseria, la desesperanza y la falta de futuro que ellos mismos han sembrado durante más de seis décadas.
Por eso, cada nuevo “operativo” no es más que otra cortina de humo, otra farsa para entretener a un pueblo que ya no cree en cuentos, pero que sigue pagando el precio de vivir bajo un sistema podrido desde la raíz.