En otro de esos discursos que suenan más a consuelo que a solución real, el primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, admitió este miércoles ante la Asamblea Nacional una de las tantas contradicciones que ya no se pueden tapar con consignas: hay trabajadores en Cuba cobrando menos que los jubilados.
Sí, así mismo. En un país donde el que trabaja lo hace casi por deporte, las pensiones ahora superan al salario mínimo, dejando a muchos empleados formales rascándose la cabeza —y el bolsillo— sin entender qué está pasando.
Promesas al aire en medio del desastre
Según Marrero, el Gobierno tiene “identificado” el problema. ¿Y la solución? Bueno, la van a estudiar… algún día, cuando “reimpulsen” la economía, como si eso fuera cuestión de apretar un botón. Pero la cosa no cuadra: mientras él habla de impulsos y estudios, los propios datos oficiales presentados ante la Asamblea Nacional reflejan que la economía cubana sigue en caída libre.
El cuento de que “se dignificó un poco a los pensionados” suena bonito en el papel. Es verdad que más de 1.3 millones de jubilados recibirán un aumento en septiembre, y en muchos casos ese ingreso casi se duplicará. Pero el otro lado de la moneda está igual de feo: hay trabajadores activos que ganan menos que esos pensionados. ¿Y cómo se explica eso en un sistema que se jacta de igualdad?
Sin dinero, sin soluciones y sin vergüenza
Marrero, en tono más bien resignado, dijo que revisar el salario mínimo es algo complejo, porque eso “demanda dinero” —¡y el Estado no tiene ni un kilo! O sea, van a estudiar cómo arreglar el entuerto, pero sin apuro, porque total, el pueblo puede seguir sobreviviendo con lo que hay… o con lo que no hay.
Y como si eso no bastara, lanzó otra joya: “Hay que seguir buscando fuentes de empleo”. Pero claro, en un país donde el sector estatal apenas sobrevive y el privado está ahogado por trabas y controles, ¿qué fuentes están disponibles? ¿Las mismas que se secaron hace décadas?
El sistema de ingresos cubano, hecho trizas
Esta nueva “distorsión” del sistema —como le llaman los tecnócratas del régimen— deja ver con claridad que trabajar ya no garantiza ni lo básico para sobrevivir. Mientras la inflación galopa sin frenos, los precios se disparan y el dólar se impone como moneda real del mercado, el salario en pesos cubanos sigue siendo una burla.
Y por si fuera poco, el aumento de pensiones llega en medio de una bancarización caótica y una crisis de efectivo en los cajeros. Es decir, los abuelitos podrán tener más dinero… pero a ver quién logra sacarlo o gastarlo con dignidad en un país sin comida, sin transporte y sin servicios.
Otra vuelta al mismo círculo vicioso
Desde el propio Parlamento se reconoce que no hay recursos para una reforma salarial estructural, ni mucho menos para un rediseño del sistema de pensiones. Todo lo que hay, como siempre, son excusas, promesas vagas y discursos reciclados.
En el fondo, lo que Marrero vino a decir es lo de siempre: el pueblo tiene que seguir aguantando, mientras el gobierno “analiza”. Y mientras tanto, millones de cubanos siguen viendo cómo su dinero vale menos cada día, cómo sus salarios se evaporan y cómo el castrismo se hunde, pero arrastrando consigo a toda la nación.
Porque en Cuba, hace rato que las soluciones no se estudian… se posponen indefinidamente, mientras la miseria se institucionaliza.
