Después de meses de promesas vacías y discursos recalentados, el primer ministro del régimen, Manuel Marrero, no tuvo más remedio que soltar la verdad —a medias y sin muchos detalles— ante la Asamblea Nacional: los apagones están aquí para quedarse este verano, y con fuerza.
A pesar del bombo y platillo con que el gobierno anunció sus supuestos planes para mejorar el sistema eléctrico, Marrero se vio obligado a reconocer lo que ya todo el mundo en la isla sufre desde hace semanas: el déficit energético se ha disparado y la población sigue pagando los platos rotos. Ni la recuperación de mil megawatts mediante la generación distribuida ha servido de consuelo, porque la falta crónica de combustible y los líos logísticos han vuelto trizas cualquier intento de estabilidad.
“También estamos profundamente insatisfechos”, soltó Marrero, como si eso aliviara la angustia de miles de familias cubanas que no pueden dormir por el calor ni conservar un pedazo de carne en el refrigerador. Pero, claro, el malestar de ellos es con aire acondicionado, y el de la gente de a pie, con velas y mosquitos.
El premier evitó dar detalles concretos sobre qué se hará para el resto del verano, y delegó la responsabilidad al ministro de Energía y Minas, que supuestamente vendrá con un “informe ampliado”. Sí, el mismo ministro que en mayo juró que los apagones no pasarían de 4 horas al día. ¿Y ahora qué? ¿Nos tocará hacer apuestas sobre cuántas velas más habrá que comprar?
Mientras tanto, el ministro de Economía, Joaquín Alonso Vázquez, confirmó que la escasez de combustible sigue afectando gravemente el sistema eléctrico, y aunque cacareó que se han recuperado unos 575 megawatts mediante reparaciones aquí y allá, la generación eléctrica real está por el piso, por debajo de lo planificado y lejos de lo que el país necesita.
La demanda crece, la generación se desploma y la gente se queda a oscuras. Todo esto sigue afectando no solo la calidad de vida del pueblo, sino también lo poco que queda en pie de la maltrecha economía nacional.
En su intento de dorar la píldora, Alonso mencionó que las fuentes renovables de energía ya alcanzan un 6,4 % de participación en la matriz energética. Lo dijo con orgullo, como si eso resolviera el problema. También habló de 10 mil sistemas de generación domiciliaria que están en camino, pero que aún no llegan a los hogares donde hace días que no hay corriente ni para cargar un teléfono.
¿Y el segundo semestre? Pues, más de lo mismo. El gobierno ya adelantó que los apagones seguirán porque no hay capacidad ni recursos para cubrir toda la demanda. Para colmo, muchas de las plantas generadoras están obsoletas o necesitan mantenimientos que nadie puede pagar.
El régimen también aseguró que ha cumplido su meta de producción nacional de petróleo “equivalente”, y que podría haber una ligera mejoría en el gas para fin de año. Pero la realidad, como siempre, es otra cuando uno mira desde el balcón del pueblo y no desde los pasillos refrigerados del Capitolio.
Esta última sesión parlamentaria no solo dejó en evidencia el fracaso estrepitoso del régimen en materia energética, sino también la total desconexión de sus dirigentes con la vida real del cubano común. Porque mientras allá arriba se hablan de estrategias y cifras, abajo lo que se vive es calor, oscuridad y desesperanza. Y eso, ni Marrero ni nadie puede maquillarlo.