La salud pública en Cuba se tambalea, y no precisamente por culpa de un virus extranjero. Lo que está matando poco a poco al sistema sanitario cubano es el abandono, la desidia y la propaganda vacía del régimen. En un reciente informe ante la Asamblea Nacional, las autoridades sanitarias intentaron disfrazar con tecnicismos una verdad que grita por sí sola: la isla vive una emergencia epidemiológica sin precedentes, mientras el Gobierno sigue jugando al teatro político.
Brotes por todas partes y cero soluciones reales
La ahora famosa Gretza Sánchez Padrón, funcionaria del Ministerio de Salud, habló ante los diputados como si estuviera narrando un parte meteorológico. Que si aumentaron las infecciones respiratorias, que si ya van 17 virus distintos circulando, que si hay un repunte de hepatitis A… Pero lo más escandaloso es que lo presenta todo como si fueran fenómenos naturales, inevitables, sin asumir el rol directo del Estado en esta debacle sanitaria.
Más del 60% de las consultas médicas por IRA (infecciones respiratorias agudas) se concentran en territorios como Pinar del Río, Artemisa, Villa Clara o Camagüey. Las más golpeadas, como siempre, las poblaciones vulnerables: bebés, ancianos y enfermos crónicos, esos que no tienen cómo huirle a un sistema médico hecho trizas.
Y no basta con virus respiratorios. El dengue vuelve a hacer de las suyas, esta vez con los cuatro serotipos circulando al mismo tiempo y con focos activos en varias provincias. Lo más indignante es que, pese al peligro real, la fumigación brilla por su ausencia y los mosquitos hacen fiesta en barrios donde la basura y los salideros ya son paisaje habitual.
Un sistema enfermo hasta los tuétanos
Las cifras oficiales —cuando las sueltan— son un reflejo de una estructura que ya no da más. La tuberculosis está creciendo, las diarreas infantiles no bajan, y la hepatitis A se está propagando como si estuviéramos en el siglo XIX, no en pleno 2025.
Y aunque la funcionaria intentó matizar la situación asegurando que “todo está bajo control”, los cubanos de a pie saben que esa película no se parece en nada a la vida real: hospitales sin médicos, sin medicinas, sin agua y con pacientes en camillas improvisadas o tirados en los pasillos.
Para colmo, el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, reconoció que la cobertura del cuadro básico de medicamentos apenas llega al 30%. O sea, 7 de cada 10 medicamentos esenciales están en falta o desaparecidos. Y sin embargo, el régimen prefiere seguir enviando brigadas médicas al extranjero para hacer propaganda revolucionaria, en vez de resolver la crisis interna.
La infancia y las madres, las grandes víctimas del desastre
Uno de los datos más alarmantes revelados esta semana fue el aumento de la mortalidad infantil, que subió a 8.2 por cada mil nacidos vivos, mientras la mortalidad materna también mostró un repunte preocupante. Estos números no son simples estadísticas: son vidas truncadas por un sistema que prefiere sostener una fachada ideológica antes que proteger a su pueblo.
Incluso el propio ministro reconoció que el programa materno-infantil, una vez presentado como “modelo mundial”, está en retroceso. Una admisión que en boca de cualquier otra autoridad sería motivo para cambiar políticas, pero que en Cuba se diluye entre excusas y promesas vacías.
El discurso oficial sigue desconectado del país real
Mientras el país se hunde en una crisis epidemiológica, las autoridades siguen vendiendo humo con frases como “Una Sola Salud” y promesas de cobertura vacunal completa, como si eso pudiera tapar los salideros, la falta de higiene y la escasez total de recursos en hospitales y policlínicos.
Dicen que van a vacunar a niñas de nueve años contra el papiloma humano, cuando en muchas provincias ni siquiera hay jeringuillas suficientes para vacunar contra el tétano o la hepatitis B. Todo suena muy bonito en el papel, pero la vida real en la Cuba profunda cuenta otra historia.
¿Hasta cuándo el pueblo va a pagar el precio de la incompetencia oficial?
Cuba está enferma, sí, pero no solo de virus. Está enferma de abandono, de politiquería, de una cúpula que vive de espaldas al sufrimiento del pueblo. Cada brote epidémico, cada muerte evitable, cada niño sin medicina, es el resultado directo de un régimen que prioriza el poder sobre la vida.
Y mientras los funcionarios se reparten aplausos en la Asamblea, en las calles la gente sobrevive con remedios caseros, ruega por un antibiótico, y entierra a sus muertos sin respuestas ni justicia.
El colapso sanitario de Cuba no es una casualidad. Es consecuencia directa del modelo que defienden. Y lo más trágico de todo, es que mientras ellos siguen repitiendo consignas, el pueblo sigue pagando el precio.