En un país donde todo está cuesta arriba, hay quienes deciden escalar con los ojos cerrados… literalmente. Ese es el caso de Cristian Berlanga Rosales, un joven holguinero invidente que, contra viento, marea y castrismo, logró graduarse con Título de Oro en Derecho en la Universidad de Holguín.
Sí, en la misma Cuba donde millones de estudiantes abandonan sus estudios por falta de transporte, comida o electricidad, Cristian demostró que el sacrificio individual aún puede brillar en medio del abandono colectivo.
Una historia de luz en una isla apagada
Cristian no ve el mundo con los ojos, pero tiene la visión clara de quien no se rinde. Su logro no se debe a ninguna política estatal ni a los discursos huecos de la “Revolución”. Se debe a su esfuerzo, su entrega y su convicción de que sí se puede, a pesar de todo.
La historia fue compartida por el vicerrector de la universidad, Manuel Alberto Leyva Estupiñán, quien, emocionado, escribió en sus redes:
“Cristian no ve el color de los árboles, pero tiene la luz de los gigantes. Es un vencedor de utopías.”
Palabras lindas, sí. Pero detrás del homenaje, hay una verdad incómoda: Cristian triunfó a pesar del sistema, no gracias a él.
Graduarse en Cuba: un acto de resistencia
En esta promoción, 1,819 estudiantes se graduaron en la Universidad de Holguín, según cifras oficiales. De ellos, 238 obtuvieron Título de Oro, y 86 fueron premiados por su mérito científico.
Pero entre todos, la historia de Cristian fue la que más conmovió. Porque no se trata solo de un joven ciego con una toga: se trata de una bofetada de dignidad en la cara de un sistema que lo quiso limitado.
Una Cuba que no ayuda, pero celebra cuando alguien sobrevive
Es fácil para las autoridades celebrar a Cristian en Facebook y hacerle fotos en la graduación. Lo que no muestran es cuántas trabas, carencias y obstáculos tuvo que enfrentar él —y su familia— para llegar a ese día.
No hablan de los libros que no existen en braille.
Ni del transporte roto.
Ni de las aulas sin luz ni ventilación.
Ni de los profesores que a veces faltan más que el arroz.
Cristian no solo superó su ceguera. Superó el sistema.
Otros cubanos que también vencen, pero en silencio
La historia de Cristian es apenas una entre muchas. Cuba está llena de personas valientes que, en medio del desastre, se niegan a rendirse. Desde madres que cruzan fronteras con sus hijos en brazos, hasta jóvenes que convierten el dolor en arte, o incluso padres discapacitados que cruzan el río Bravo con una pierna y toneladas de esperanza.
Cada historia, como la de Cristian, es una derrota para un régimen que se niega a reconocer su propio fracaso.
Porque si algo queda claro es esto: el pueblo cubano no necesita que lo dirijan, necesita que lo dejen vivir.