En pleno apogeo de la miseria que arropa a Cuba, mientras la mayoría del pueblo lidia con apagones de más de 20 horas y busca desesperadamente un puñado de arroz para echarle al caldero, los diputados del régimen decidieron darse un festín como si vivieran en otro planeta. El escenario fue el Palacio de Convenciones de La Habana, donde la Asamblea Nacional del Poder Popular celebró su última reunión… a lo grande, como si no pasara nada en la Isla.
El espectáculo fue tan grotesco como descarado. Las fotos del banquete, publicadas sin pudor por el Grupo Empresarial PALCO, terminaron de prender la mecha en redes sociales. Entre platos finos, copas brillantes y servilletas bien puestas, se desplegaba una imagen que parecía sacada de un catálogo de lujo, no de un país donde la mayoría sobrevive con una dieta de pan duro y milagros.
El periodista independiente Alberto Arego detalló parte del menú: arroz, jamón, queso, aceitunas, cake, ensalada de pepino y papas fritas. No se llegó a ver qué tipo de carne les sirvieron, pero con solo las entradas quedó claro que los estómagos de los «representantes del pueblo» no entienden de crisis.
La reacción fue inmediata. La cubana Elvi Días lo soltó sin pelos en la lengua: “Qué abuso, con el hambre que tiene el pueblo”, dejando claro lo que millones piensan. Otro usuario, Raúl Mecías, fue más allá al tildar la Asamblea de “falacia”. Y Mari Dorta, con mordaz sarcasmo, dijo: “Será que por eso hablan tan bien del desgobierno”. Lo que para ellos fue un almuerzo de trabajo, para el resto del país fue una bofetada en la cara.
Pero el descaro no se quedó en la comida. Lo que muchos notaron —y denunciaron— fue que todos los que servían la mesa eran personas negras, como si el régimen todavía siguiera aplicando un sistema colonial encubierto. Adis Placeres no se contuvo: “¿Alguien más ha notado que todos los que sirven son negros, o solo yo?”, preguntó con rabia. Georgina Verdecia remató señalando que este patrón también se repite entre los agentes represivos del régimen. Es el mismo guion racista, pero con diferente escenario.
La diferencia de clases quedó tan clara como el cristal de las copas del banquete. Mientras los diputados se hartaban, afuera el pueblo se revienta por conseguir un poco de vianda o aceite. José Antonio Saint-Hilaire denunció sin tapujos la podredumbre moral del régimen: “Los diputados no tienen dignidad, ellos comiendo y el pueblo pasando hambre”.
Y como si fuera poco, las redes se llenaron de ironía contra los discursos hipócritas de la cúpula gobernante. José Rodríguez bromeó que tal vez el menú incluía “croquetas de caldo de pescado y masa de plátano”, en alusión a las aberrantes sugerencias del Ministerio de Comercio Interior. Alfredo Hernández, por su parte, lo vio claro: la comilona es parte del chantaje emocional para garantizar obediencia absoluta. “Les llenan las barrigas y después tienen que apoyar todas esas idioteces o se pierden el próximo festín”.
La crítica también apuntó al derroche escandaloso que representa reunir a los 470 diputados del país, sobre todo cuando no sirven para resolver absolutamente nada. Tavito Domínguez fue directo al grano: “Es una falta de respeto, el gasto inmenso de recursos del pueblo para estar hablando tanta basura y no resolver nada”. Y como si el descaro no tuviera límites, la cúpula más alta ni siquiera se mezcla con los diputados: su comida es más fina, más cara y más obscena. De ahí el sobrepeso de Marrero, Díaz-Canel y compañía… viven bien porque el pueblo paga caro.
Mientras los hospitales se caen a pedazos y los pacientes psiquiátricos apenas tienen qué comer, la casta gobernante se da banquetes en salones climatizados. Ana María Olivera lo gritó bien alto: “Los hospitales psiquiátricos no tienen ni comida y ellos allí como si fueran animales”.
Y no le falta razón. Lo que se vivió en esa reunión parlamentaria fue un retrato vulgar del cinismo con el que se gobierna Cuba: una cúpula privilegiada comiendo a manos llenas mientras el país entero se desangra.