Lo que se suponía iba a ser una noche encendida de música urbana y vacilón en Pabexpo, terminó convirtiéndose en una postal del caos y la violencia que reinan en la Cuba actual. El concierto de los reguetoneros Dany Ome y Kevincito El 13 —ambos radicados en Miami— dejó más titulares por las peleas que por la música.
Los videos que andan rodando por redes sociales no dejan margen a la duda: la violencia fue protagonista de la noche. A la entrada del recinto se formó tremendo rifi-rafe entre varios jóvenes, soltándose piñazos en plena vía sin que apareciera una autoridad ni por error. Y ya adentro, la cosa no mejoró: varias mujeres se fueron a las manos junto a unos teléfonos públicos, en una escena que pareció sacada más de un solar caliente que de un evento artístico.
“Esto fue un desastre”, “un caos total”, comentaban en Instagram perfiles como @reggaeton_cuba_viral y @raggamoffa. Y con razón. En los videos se ven empujones, gritos, gente grabando más que bailando y muy poca presencia de seguridad. Mientras unos intentaban separar a los bronqueros, otros simplemente sacaban el celular para captar el momento. Todo menos música.
Más allá de los pleitos, las redes ardieron también por la asistencia de Sandro Castro, nieto del dictador Fidel Castro. Su presencia en el concierto no solo fue una provocación en medio de la miseria que vive el pueblo, sino un claro recordatorio de que en Cuba la élite hace fiesta mientras la mayoría sobrevive con lo justo. Que aparezca tranquilamente en eventos como este, escoltado y sonriente, demuestra cómo el poder en la isla vive en una burbuja ajena al hambre, la represión y la desesperanza de la calle.
Este evento recuerda lo ocurrido recientemente en Houston, donde otro concierto de reparto terminó en una pelea a sillazo limpio. Y aunque la geografía cambia, el trasfondo es el mismo: descontrol, falta de organización y un ambiente donde la violencia se ha vuelto algo normalizado.
La gira de Dany Ome y Kevincito El 13 en Cuba pretendía ser una conexión musical entre la isla y la diáspora. Pero con todo lo que ha salido a la luz, queda más claro que nunca que los conciertos en Cuba son hoy reflejo de una sociedad fracturada, sin garantías de seguridad ni espacio real para el disfrute sano. Todo, por supuesto, con la complicidad de un régimen que solo se ocupa de maquillar su ruina con espectáculos vacíos, mientras el pueblo, literalmente, se cae a piñazos.