El reconocido actor y humorista Osvaldo Doimeadiós, uno de los pilares del humor cubano, dejó bien claro que no quiere seguir perdiendo su tiempo con la televisión estatal. Así lo soltó sin pelos en la lengua durante una entrevista en La Familia Cubana, un proyecto sociocultural que vive en YouTube y que, a diferencia de los medios oficiales, permite hablar sin guiones impuestos desde arriba.
Con más de cuatro décadas haciéndonos reír —aunque a algunos del poder les duela—, Doimeadiós explicó que prefiere enfocar su energía en el teatro, la enseñanza y espacios donde se respire libertad creativa, lejos de los tentáculos de la censura que, según él mismo, siguen apretando más fuerte que nunca.
“Grabas algo y luego te lo engavetan porque se parece a lo que dijo alguien de arriba…”, comentó, describiendo el absurdo clima que viven los artistas en Cuba. Esa manía del régimen de censurar todo lo que huela a crítica, incluso aunque sea en clave de humor, ha convertido la televisión nacional en un campo minado, donde los creadores pisan con miedo.
Censura y burócratas: los enemigos del humor
Doimeadiós también fue directo al cuello del sistema que destruye cualquier intento de humor inteligente. Explicó cómo las grabaciones se aplazan, se esconden o se cancelan por caprichos de los censores de turno, esos que no dan la cara, pero mandan más que un ministro.
“No confío en la gente que no se ríe, ni en la que prohíbe la risa”, soltó el actor, apuntando directo a esos funcionarios que viven cuidando su estatus, su carro, su tarjeta de gasolina y, sobre todo, su barriga cómoda de tres gavetas. Según él, esa gente no defiende ni ideas ni principios, solo defienden su puesto y sus privilegios. Y eso, en un país que se desmorona, es más peligroso que un chiste subido de tono.
La televisión cubana: un fantasma sin alma
La salida del aire de Vivir del Cuento, el programa más visto de la isla, fue otro golpe bajo para el humor nacional. Nadie dio explicaciones, como siempre. Y eso dejó claro que la risa en Cuba molesta cuando toca donde duele.
Para Doimeadiós, lo que queda en la TV es una programación vacía, sin chispa, sin calle, sin alma. Y lo peor: cada vez son menos los comediantes dispuestos a seguir fajándose con un monstruo que no cambia. Otros como Ulises Toirac también han sido silenciados por atreverse a decir lo que piensan.
Una decisión personal que retrata la decadencia del sistema
Alejarse de la televisión no es solo una decisión profesional para Doimeadiós; es una señal clara del declive cultural en que se ha hundido el país. Lo dijo sin rodeos en el canal de YouTube D’Robles Podcast, donde conversó con el exatleta Dayron Robles: “La televisión ha perdido mucho. Antes no querían que dependiéramos de ella, ahora sí. Es muy curioso”, ironizó.
Y con razón. Porque mientras los cubanos migran en masa a las redes buscando humor libre y sin mordaza, la televisión nacional sigue arrastrando su guion rancio, cada vez más desconectada de la realidad.
La risa como resistencia
Desde su trinchera actual en el proyecto La risa por delante, fundado en 2019 en los antiguos almacenes de San José en La Habana Vieja, Doimeadiós sigue apostando por el humor, pero del bueno: ese que mira de frente, que incomoda y que dialoga con lo que vive el cubano de a pie.
Junto a talentos como Ignacio “Nachi” Hernández y Nelia Casado, promueve un stand-up criollo, sincero y frontal. Nada de chistes sin sustancia: aquí se viene a decir verdades con gracia. Y eso, en la Cuba de hoy, es un acto de valor.
Doimeadiós no se ha rendido. Solo ha cambiado de escenario. Porque el arte no necesita permiso, y la risa —cuando es honesta— sigue siendo uno de los actos más revolucionarios que nos quedan.