En plena tormenta energética, con apagones diarios y un sistema eléctrico que apenas respira, el régimen cubano saca un nuevo conejo de la chistera: comenzará a vender sistemas de paneles solares para viviendas, supuestamente en moneda nacional (CUP). Así lo soltó Joaquín Alonso Vázquez, ministro de Economía y Planificación, durante una sesión del eterno circo que es la Asamblea Nacional.
Según el funcionario, unos 30 mil sistemas solares domésticos ya están en camino y se comenzarían a instalar en la segunda mitad del año. ¿Los destinos “priorizados”? Comunidades rurales y zonas vulnerables, ese eufemismo que usan para referirse a los lugares donde la miseria ya tocó fondo.
La idea, según el ministro, es aliviar la presión sobre el Sistema Electroenergético Nacional (SEN) y empujar el uso de fuentes renovables. Pero entre la letra bonita del discurso y la realidad, hay un abismo: la generación eléctrica sigue muy por debajo de lo necesario, mientras la demanda no para de subir.
Aunque el gobierno presume que ha recuperado 575 MW de capacidad con arreglos de emergencia en motores y plantas obsoletas, los apagones no dan tregua. Y por más que anuncien nuevos parques solares sincronizados al sistema (22 en total, con 481 MW), las energías limpias apenas cubren un 6,4% de la matriz energética nacional. Lo que hay, básicamente, es una dependencia enfermiza del diésel y el fuel oil, en un país donde conseguir combustible ya es casi una hazaña.
Lo que más ha llamado la atención es que estos sistemas solares se venderían en CUP, algo que suena a milagro en un país donde casi todo lo que sirve se cobra en MLC o no existe. Sin embargo, hay que leer entre líneas: ¿quién podrá realmente acceder a esta tecnología en un país donde la moneda nacional vale cada día menos? ¿Será otra de esas promesas que solo alcanzan los “elegidos” por el sistema?
El régimen también jura que la venta vendrá con instalación y servicio técnico incluidos. Pero si ni siquiera pueden garantizar que una termoeléctrica aguante una semana sin reventar, ¿quién va a confiar en que van a dar mantenimiento a sistemas solares en el lomerío o en los barrios olvidados de cualquier municipio?
La medida, más que una estrategia energética real, parece un nuevo intento de maquillar el fracaso estructural del modelo energético cubano. Una manera de decir: «Mira qué verdes somos», mientras la gente hierve agua con leña, cocina con carbón o se va a dormir a oscuras porque no hay luz ni esperanza.
Si algo queda claro con este anuncio es que el régimen sigue apostando por soluciones parche, improvisadas, que no atacan el problema de raíz: un sistema centralizado, ineficiente, desactualizado y carente de voluntad política para cambiar. Porque mientras los de arriba se iluminan con lámparas LED, el pueblo sigue alumbrándose con esperanzas rotas.