Después de días de espera, promesas vacías y discursos que no alumbran ni un bombillo, la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras en Matanzas volvió a sincronizarse este viernes por la noche con el Sistema Eléctrico Nacional. Según anunciaron con bombos y platillos, el monstruo de vapor empezó a soltar unos 170 megawatts al sistema tras completar una parada de mantenimiento que tenía a media Cuba con la esperanza de que al fin se acortaran los apagones.
Pero ya sabemos cómo funciona esto en la isla: mucho humo y poco voltaje.
A las 9 de la noche, la UNE salió a decir que la sincronización fue un “éxito”, y que se hizo luego de que la caldera pasara la prueba y se encendieran los quemadores. Claro, eso suena muy bonito sobre el papel. Pero mientras tanto, en los barrios, la gente sigue sin dormir por culpa del calor y el zumbido de los mosquitos en plena oscuridad.
Aunque la Guiteras es la más grande entre las plantas térmicas del país, su regreso no representa ningún alivio real para el pueblo. El propio primer ministro, Manuel Marrero, tuvo que reconocer esta semana ante la Asamblea Nacional que el sistema está hecho trizas. Habló de “obsolescencia tecnológica”, de “falta de combustible” y de “problemas logísticos”. En resumen: un desastre total.
Con la cara larga y el sol candente arriba, Marrero admitió que este verano no va a ser sin apagones. Por más que se hayan recuperado 1,000 megawatts gracias a la generación distribuida, la realidad es que la luz sigue yéndose como si estuviera huyéndole al país.
Mientras tanto, el cubano de a pie sigue librando su propia batalla contra los ventiladores apagados, la comida echándose a perder en el refri y los niños llorando de calor. Lo que vendieron como un avance, no es más que un parche remendado sobre una maquinaria que hace rato dejó de funcionar. La entrada de la Guiteras apenas es un respiro entre tormentas.
Y así, entre discursos reciclados y promesas que se desvanecen como el humo de una vela, el régimen vuelve a demostrar que ni con todas sus plantas encendidas puede devolverle la energía a un país agotado. Porque el problema de fondo no está solo en los generadores fundidos, sino en un sistema que hace tiempo se quedó sin corriente moral.