La muerte del pequeño Roberto Carlos Suárez Machado, de solo dos años, ha conmocionado a Matanzas entera y expuesto una historia de maltrato brutal que terminó en una tragedia desgarradora. La madre del niño y su pareja, Yosvany Silbeira —alias Yosvanito—, fueron arrestados y enfrentan cargos por homicidio, tras confirmarse que ambos lo golpeaban sistemáticamente.
Según reportes del medio oficialista Girón y del propio Ministerio del Interior (MININT), el niño era víctima de golpizas constantes por parte de la pareja. Pero fue la última paliza —confesada por el propio padrastro— la que le provocó lesiones tan graves que le causaron la muerte. La madre, Amarilys Machado, también habría participado activamente en los abusos.
El niño fue ingresado el pasado 16 de julio en el Hospital Pediátrico Eliseo Noel Caamaño con signos evidentes de violencia: hematomas por todo el cuerpo, trauma físico visible y un cuadro clínico crítico. Según confirmaron fuentes médicas, el pequeño llegó en estado de shock séptico y con un abdomen tan distendido que obligó a una cirugía de emergencia. Pero ya era demasiado tarde. Murió a las 6:05 de la mañana del sábado, tras horas de lucha en cuidados intensivos.
La gravedad de las lesiones no dejó lugar a dudas. Personal del hospital alertó de inmediato a las autoridades del MININT, quienes iniciaron una investigación penal que terminó con la detención de la madre y el padrastro del niño. Las fuentes consultadas confirmaron que el menor era víctima frecuente de golpizas y que la agresión final habría sido cometida por el padrastro, aunque la madre también está implicada.
Ambos se encuentran bajo custodia y se están reuniendo las pruebas necesarias para llevarlos ante un tribunal. Mientras tanto, el caso ha desatado una ola de indignación entre los matanceros y en redes sociales, donde cientos de cubanos exigen justicia por el niño asesinado.
Como es costumbre, las autoridades trataron de matizar el impacto del caso. En un comunicado oficial, el régimen se apresuró a decir que estos hechos “no reflejan la cotidianeidad de la sociedad cubana” y que el caso será procesado “con el rigor del Código Penal”. Pero el daño está hecho. Y el pueblo ya no se traga los cuentos oficiales.
Una sociedad en crisis también enferma a sus familias, y mientras el gobierno continúa vendiendo la ilusión de una Cuba turística y próspera, la realidad golpea con fuerza en los barrios humildes, donde los más vulnerables —como este niño de apenas dos años— terminan pagando con su vida el precio del abandono y la descomposición social.
Lo ocurrido en el barrio del Naranjal no es un caso aislado ni un simple “hecho lamentable”. Es el reflejo de un país donde las instituciones están podridas, donde la violencia doméstica es invisible hasta que es demasiado tarde, y donde la vida de un niño no vale más que un discurso vacío en la televisión estatal.
En medio del dolor, vecinos, maestros y conocidos del pequeño han expresado su pesar y su impotencia. Muchos sabían del maltrato, otros lo sospechaban, pero en una Cuba rota por el miedo y la desconfianza, actuar a tiempo se vuelve casi imposible.
La historia de Roberto Carlos no debería repetirse. Pero, tristemente, mientras el régimen siga gastando recursos en propaganda y represión, y no en protección real a la infancia, la tragedia seguirá acechando a los más inocentes.