Hubo un tiempo en que la pizzería Cinecittá, justo en la famosa esquina de 23 y 12 en El Vedado, era un sitio sagrado para los amantes del buen comer en La Habana. Un clásico con todas las letras, donde se podía disfrutar de una pizza decente, una cerveza fría y un rato agradable. Pero como tantas otras cosas bajo este régimen decadente, el lugar terminó cayéndose a pedazos, tanto en lo físico como en lo culinario.
La influencer Ari (@ari_delahabana), conocida por sus recorridos gastronómicos por la capital, se lanzó a revisitar este antiguo templo de la pizza habanera, y lo que se encontró fue puro desencanto.
Desde que cruzó la puerta, el golpe de calor fue brutal. Nada de aire acondicionado, cero ventilación. Solo un calor pegajoso que te hace sudar hasta el alma, mientras en las paredes cuelgan adornos del 26 de Julio como si eso fuera a mejorar el ambiente. A todas luces, más ideología que atención al cliente.
“Vamos a ver qué tal”, dijo Ari al comenzar su aventura, pero bastaron unos minutos para que la esperanza se le derritiera como queso barato en sartén caliente.
Pidió una jarra de cerveza por 200 pesos, y aunque estaba menos aguada que la del restaurante Castillo de Jagua (otro que también dio pena en su reseña anterior), aquello no daba ni para celebrar. Luego vinieron unas bolitas de queso por 300 CUP, que a simple vista lucían prometedoras, pero resultaron ser una mezcla insípida de harina rancia y algo que apenas recordaba al queso.
La gota que colmó el vaso fue la pizza de jamón y queso, que costó la friolera de 650 pesos cubanos. Bien presentada, sí, pero la masa tenía un sabor ácido, como si estuviera fermentada por abandono, y terminó arruinando todo el plato. Una decepción de principio a fin.
“Yo venía aquí cuando era niña y esto estaba buenísimo”, comentó Ari con nostalgia, como quien recuerda un país que ya no existe. Lo único que salvó la noche fue la amabilidad del personal, que hizo lo posible por atender bien en medio del desastre generalizado.
Lo que un día fue un ícono de la gastronomía habanera, hoy es solo un cascarón vacío, símbolo del abandono y el retroceso que arrastra a toda Cuba bajo el peso del fracaso comunista. Ni sabor, ni calidad, ni condiciones mínimas para sentarse a comer sin sudar la gota gorda.
Así está La Habana: lugares emblemáticos convertidos en ruinas disfrazadas con propaganda, donde la nostalgia del pasado choca de frente con la miseria del presente.
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