En Santiago de Cuba, bajo el sol abrazador y en plena vía pública, un hombre mayor intenta ganarse la vida vendiendo jabitas recicladas. No se trata de cualquier anciano, sino de Don Manuel, un profesor universitario jubilado, con décadas dedicadas a enseñar Historia de Cuba, a formar generaciones, a escribir libros, a dirigir escuelas… y a creerse, como tantos otros, el cuento del «futuro luminoso».
Hoy, lo único que ilumina su rutina diaria es el reflejo del sol sobre el plástico de las bolsas que vende. Así de cruda es la realidad para muchos adultos mayores en la isla: después de darlo todo, no les queda nada.
La denuncia, que ha estremecido a más de uno en redes sociales, fue publicada por el escritor Yasser Sosa Tamayo. Al pasar por una esquina habitual, se topó con aquel rostro marcado por los años y el sol. A pesar del bastón remendado, la ropa desteñida y el paso lento, lo reconoció enseguida: era su viejo profe.
Al acercarse, lo saludó con cariño y le preguntó si necesitaba algo. La respuesta del anciano fue un dardo directo al corazón de esta Cuba rota: “Lo que necesito no se puede comprar en ninguna parte, muchacho”.
El régimen cubano ha condenado a sus mayores al olvido. La situación de Don Manuel no es una excepción, sino una postal repetida por toda la isla. El caso ha desatado una ola de indignación, sobre todo porque llega justo cuando el gobierno anunció con bombos y platillos un aumento de la pensión mínima… a unos ridículos 1,528 pesos cubanos al mes. Menos de cinco dólares si lo cambias en la calle.
El primer ministro Manuel Marrero celebró la medida como si hubiera salvado la patria, mientras el pueblo hace malabares para comprar un cartón de huevos o un poco de arroz. “Con eso apenas me da para los mandados de una semana”, comentó un cubano en X (antes Twitter). Y tiene razón. Ni con magia se estira ese dinero en un país donde los precios suben todos los días y el salario y las pensiones no alcanzan ni para sobrevivir.
El economista cubano Mauricio de Miranda advirtió algo que todos sabemos: si el aumento no va acompañado de producción real, solo se echa más leña al fuego de la inflación. Al final, los más afectados son los de siempre: los viejos, los enfermos, los que no pueden correr detrás de la guagua o hacer una cola de seis horas por un muslo de pollo.
El caso de Don Manuel no es un error del sistema. Es el resultado inevitable de un modelo podrido que lleva décadas fallando. Más de 310,000 cubanos viven en situación de vulnerabilidad, según el propio gobierno. Pero organizaciones independientes aseguran que esa cifra está muy por debajo de la realidad.
