Otro accidente trágico sacude al municipio Santo Domingo, en Villa Clara, dejando una víctima mortal y varios heridos en lo que ya se ha vuelto un patrón repetido en las maltrechas carreteras cubanas. La noche del 18 de julio, dos motos chocaron de frente cerca del batey Eureka, en un tramo de la Carretera Central, y el saldo fue tan doloroso como evitable.
La víctima fatal fue Ovady Hernández Morales, un hombre de 51 años residente en Manacas, quien, según el reporte oficial, habría invadido la senda contraria justo antes del impacto. Iba solo en su moto, mientras que en el vehículo contrario viajaban tres personas: Yoexis Cairo Salazar (46 años), al volante, junto a Yanelys García Rodríguez (39 años) y el adolescente Brayan Cairo García, de apenas 14 años. Todos ellos, vecinos de Cascajal, sufrieron lesiones de consideración.
Los heridos fueron trasladados de urgencia a los hospitales villaclareños “Arnaldo Milián Castro” y “José Luis Miranda”, donde al momento de redactarse esta nota continuaban recibiendo atención médica.
El jefe de la unidad de Tránsito en la provincia, teniente coronel Heriberto López, dio la cara en la emisora oficialista CMHW. Aprovechó el micrófono para lanzar su típico discurso de advertencia: pidió a los choferes respetar las normas de seguridad vial, como si eso bastara para tapar las fallas del sistema.
Pero más allá del llamado de rigor, los números que soltó el coronel hablan por sí solos: en lo que va del año, los accidentes con motos ya suman 138, lo que representa casi la mitad del total de siniestros registrados en la provincia. Si a eso se le suman los hechos con motorinas y autos, el panorama se vuelve más sombrío: 154 accidentes, 11 muertos y 74 heridos.
Y mientras las cifras crecen, el régimen sigue mirando hacia otro lado, como si no fuera su responsabilidad garantizar carreteras decentes, iluminación adecuada, señalización visible y un sistema de transporte seguro. Porque en Cuba, subirse a una moto no es un lujo, es una necesidad, y cada viaje se convierte en una ruleta rusa entre baches, oscuridad y negligencia institucional.
Una vez más, el pueblo paga con sangre la desidia de quienes deberían protegerlo. Y mientras la maquinaria oficial sigue repitiendo que el problema es la indisciplina, lo cierto es que la muerte sigue acechando a quienes simplemente intentan llegar a casa.