El régimen cubano vuelve a hacer alarde de su “eficacia” con un nuevo decomiso de drogas en el aeropuerto de La Habana, mientras el país sigue sumido en una crisis que parece no tener fondo. Esta vez, el show oficialista se montó alrededor de unas duchas eléctricas y motores de agua que, lejos de servir para aliviar la dura realidad cubana, escondían sustancias prohibidas que venían camufladas como si nada.
Según el vicejefe de la Aduana General, William Pérez González, el hallazgo fue posible gracias a los rayos X, esos mismos que se usan para meter miedo en los controles aduanales, pero que ahora sirvieron para detectar paquetes ilegales en el interior de objetos domésticos. Como siempre, el régimen aprovecha cualquier oportunidad para inflar su discurso de control y seguridad, aunque la droga siga entrando igual, por aquí y por allá.
El cuento esta vez es que los aparatos venían “maquilladitos”, manipulados con tal precisión que no se notaban a simple vista. Una técnica vieja, pero efectiva, para burlar la mirada de los agentes que, supuestamente, vigilan todo como halcones. La Aduana se apresuró a mostrar músculo, afirmando que la tecnología y la preparación de su personal fueron claves para detectar el cargamento.
Claro, de los detalles importantes como la cantidad de droga o el tipo exacto, no han soltado prenda. Tampoco han dicho quiénes son los involucrados ni si hay detenidos. Solo repiten el guion de siempre: que están investigando, que todo está bajo control, y que el pueblo no debe prestarse —ni sin querer— para estos enredos.
Ya este tipo de operación no sorprende a nadie. No es la primera vez que se descubre droga escondida en electrodomésticos. Antes la han metido en altavoces, televisores, compresores de aire y hasta en la ropa, empapada en cocaína líquida. El ingenio del contrabando se alimenta de una realidad innegable: Cuba se ha convertido en un nodo cada vez más vulnerable y atractivo para estas redes, mientras la miseria obliga a muchos a arriesgarlo todo.
Detrás de cada envío hay una historia más grande, que muchas veces conecta con rutas desde América Latina y Estados Unidos, utilizando como carnada el constante flujo de remesas, paquetes familiares y las famosas “mulas” que muchas veces no saben ni lo que cargan.
Mientras tanto, el régimen sigue vendiendo su narrativa de control férreo, mientras la corrupción, la necesidad y la falta de oportunidades empujan a los cubanos a buscar salidas desesperadas. Y mientras ellos reparten discursos y amenazas, la droga —como la crisis— sigue llegando por todas partes.