Un nuevo show propagandístico se robó el escenario en La Habana, pero esta vez no fue con uniformes ni discursos encendidos desde el podio del Partido. Ahora le tocó el turno a un grupo de jóvenes abogados del entramado empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), quienes decidieron montar un «tribunal antiimperialista» donde, sin sorpresa alguna, el acusado fue Estados Unidos y el veredicto: culpable del desastre económico cubano.
El acto, que parece más sacado de un libreto teatral que de un código jurídico, se celebró con pompa y cámaras en un salón climatizado, mientras afuera el país se cae a pedazos entre apagones, hambre y escasez de lo más básico. ¿El objetivo? Seguir echándole la culpa al embargo y evitar a toda costa hablar del elefante en la sala: GAESA, ese pulpo empresarial militar que lo controla casi todo en Cuba, pero que nunca rinde cuentas.
Lejos de ser un ejercicio serio de análisis o justicia, aquello fue una parodia descarada, escrita y dirigida por el aparato de propaganda castrense, con abogados haciendo de jueces, fiscales y testigos —todos en el mismo bando, por supuesto. Como en los juicios de cartón del viejo cine soviético, todo estaba montado para que el “acusado” saliera sentenciado, sin defensa posible y sin derecho a contradecir la narrativa oficial.
El show fue transmitido por el Noticiero Nacional de la Televisión Cubana, que se prestó a repetir el libreto sin cuestionar nada. En el reportaje se mostraron supuestas cifras de pérdidas millonarias provocadas por el embargo entre marzo de 2024 y febrero de 2025, pero ni una fuente independiente, ni un dato verificable, ni una pizca de transparencia. Solo propaganda disfrazada de “acto judicial”.
Lo más insultante no fue la farsa en sí, sino el contexto. Mientras ellos se dan el lujo de montar esta payasada en oficinas con aire acondicionado, la mayoría de los cubanos lidia con apagones interminables, salarios que no alcanzan ni para el pan, y niños que se van a la cama sin cenar. Pero a los jerarcas del régimen eso no les importa. Prefieren seguir usando recursos del Estado para fabricar enemigos y distraer a un pueblo que ya no se deja engañar tan fácil.
Durante el montaje, no hubo ni una palabra sobre las empresas militares cubanas y su rol en el hundimiento económico del país. Nadie se atrevió a mencionar las pérdidas reales de GAESA, sus manejos oscuros ni su inmunidad absoluta frente a cualquier auditoría. Tampoco apareció ningún abogado dispuesto a representar al “acusado”, porque en Cuba no se simula justicia, se actúa obediencia.
El espectáculo cerró con los gritos habituales de “¡Abajo el imperialismo!” y “¡Viva la revolución cubana!”, como si estuviéramos en un matutino escolar. Pero lo más absurdo es que quienes se prestaron para este teatro no eran pioneros, sino profesionales del derecho militar, gente que debería saber lo que es una audiencia justa, pero que eligió ponerse el traje del servilismo antes que el de la dignidad.
Las redes sociales estallaron de indignación, y no es para menos. Frases como “cada día son más ridículos”, “hablan del bloqueo pero viven de los dólares” y “el castrismo ya no tiene ni vergüenza” reflejaron el sentir de un pueblo harto de tanto cuento.
La dictadura sigue ensañándose con un enemigo externo que no puede controlar, mientras protege con un manto de silencio al verdadero culpable de la ruina nacional: su propio aparato militar-empresarial, ese que no rinde cuentas, no abre sus libros, y no pisa jamás un tribunal.
¿Para cuándo un juicio real en Cuba? ¿Uno donde los acusados sean los verdaderos responsables del hambre, el éxodo y la miseria? Ese día, si llega, no será en un salón climatizado… será en las calles, donde el pueblo ya no quiere seguir actuando como extra en una obra que nunca pidió protagonizar.