Un nuevo y desgarrador episodio de violencia de género ha sacudido a la provincia de Holguín, donde un hombre, sin un ápice de compasión, asesinó a su esposa en plena calle y dejó gravemente herida a su hijastra. Este brutal ataque ocurrió en el barrio Cruce del Coco, y no tardó en encender la indignación de una comunidad ya harta de tanta impunidad.
De acuerdo con fuentes cercanas a la policía, citadas por la página “Realidades desde Holguín”, el crimen fue producto de “problemas personales”, esa fórmula vaga que el régimen usa para esconder la gravedad de la violencia machista que se vive a diario en Cuba.
El atacante usó un arma blanca para acabar con la vida de su pareja en el acto, y minutos después arremetió contra la hija de la víctima, quien terminó con heridas graves y fue trasladada de urgencia al hospital, donde aún lucha por su vida.
Intentó escapar, pero no llegó muy lejos
Después del crimen, el agresor trató de fugarse, probablemente con la ilusión de que podía dejar todo atrás mudándose de provincia. Pero su carrera fue corta. Gracias a una operación conjunta del MININT, la Policía, el DTI, y hasta la Brigada Especial de Holguín —con apoyo de las fuerzas en Camagüey y la ayuda de ciudadanos que no se quedaron de brazos cruzados—, lograron capturarlo en tiempo récord.
“¿De verdad pensaba que mudándose iba a escapar de la justicia?”, se preguntó con sarcasmo uno de los autores del post en redes. “La justicia es una sola, y los asesinos tienen que responder por sus actos”, añadió.
Ahora el detenido enfrentará un proceso penal que, aunque en teoría debería ser ejemplar, se da en un país donde los crímenes por violencia de género siguen subestimados y sin una respuesta institucional sólida.
La comunidad, rota de dolor, exige justicia
La mujer asesinada, una joven holguinera llena de sueños, fue recordada por vecinos y familiares con profundo pesar. Muchos elevaron oraciones por la recuperación de su hija, quien sigue en estado delicado. Pero el dolor no es solo de ellos. Es el reflejo de una sociedad que vive bajo un régimen que no ofrece garantías reales a las mujeres y que se mantiene mudo ante el dolor de las víctimas.
Este nuevo feminicidio se suma a una lista ya larga y vergonzosa. Hasta el 15 de julio, los observatorios independientes YoSíTeCreo en Cuba (YSTCC) y Alas Tensas (OGAT) han confirmado 19 feminicidios en lo que va de año, y alertan sobre otros casos en proceso de verificación en Artemisa y La Habana.
Mujeres jóvenes, madres, estudiantes… todas silenciadas por la violencia
Los dos feminicidios más recientes ocurrieron en zonas rurales, donde la desprotección es mayor y las víctimas están aún más expuestas a la violencia sin salida. Una de ellas fue Melisa Rivero Bacallao, de apenas 24 años, asesinada el 8 de julio en Matanzas. El atacante, un conocido suyo, además de matarla, abusó sexualmente de ella.
La otra víctima fue Leysi Liettis Cascaret Casero, una estudiante de Ciencias Médicas de 22 años, que murió a manos de su pareja, padre de su bebé recién nacido. El crimen ocurrió dentro de su casa, en la comunidad El Manguito, en Santiago de Cuba.
Casos como estos son la prueba viva del fracaso del régimen cubano en proteger a sus mujeres. Ni hay leyes adecuadas, ni existe un protocolo estatal de prevención efectivo. Las víctimas siguen dependiendo del coraje de las redes sociales, de medios independientes y de organizaciones que luchan desde la sociedad civil por visibilizar estas tragedias.
Una Cuba que no protege a sus hijas
Mientras las instituciones castristas siguen ocupadas en el culto a la figura de sus líderes, la realidad sangra por dentro. Las mujeres siguen muriendo, las familias siguen enterrando a sus hijas, y la represión estatal sigue mirando para otro lado.
La violencia machista en Cuba no es un tema “doméstico”, es un crimen político y estructural. Y como tal, debe ser denunciado, combatido y puesto en el centro del debate nacional. Pero para eso, hace falta algo que el régimen lleva décadas negando: voluntad y vergüenza.
Hasta que eso no ocurra, la vida de las mujeres cubanas seguirá en peligro. Y cada nombre que se sume a la lista de feminicidios será otra prueba del precio que se paga por vivir bajo un sistema que desprecia la libertad… y también la vida.
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