Una nueva tragedia vuelve a sacudir el corazón de Morón, en Ciego de Ávila, y esta vez el dolor lleva el nombre de Osmel Lasoncet Díaz, un joven de apenas 16 años que perdió la vida tras recibir una puñalada que, según las primeras versiones, le perforó un pulmón.
El caso ha desatado una tormenta de dolor e indignación en redes sociales y en la comunidad local. La muerte del adolescente ha estado rodeada de confusión, versiones encontradas y, sobre todo, una gran sensación de abandono por parte del sistema de salud cubano.
Negligencia médica o falta de transporte: ¿Qué pasó realmente?
Mientras algunas personas aseguran que Osmel no fue trasladado a tiempo al Hospital General Docente “Roberto Rodríguez” por la carencia de transporte médico, su madre, Yusmara Díaz Pol, ha salido al paso de esas versiones con una denuncia desgarradora: “Mi hijo llegó vivo al hospital, estaba hablando y estable. En el hospital me lo dejaron morir. ¡Cuenten la verdad!”, escribió la madre en redes sociales, dejando claro que, para ella, lo que mató a su hijo no fue solo la herida, sino la desidia del sistema de salud.
Según otra usuaria identificada como Ibette Bacallao, el joven falleció al mediodía, durante una segunda cirugía. Sin embargo, el silencio oficial ha contribuido a que las dudas crezcan y la rabia se multiplique.
Un país que se cae a pedazos
La muerte de Osmel no es un hecho aislado. Para muchos en Morón, esta tragedia es otro reflejo de la violencia, el abandono y el deterioro que se ha apoderado de las calles de Cuba. La activista Lara Crofs lo resumió de forma cruda: “Cada uno de estos eventos no son meras ‘incidencias’, sino síntomas de un país que se descompone ante los ojos de sus ciudadanos”.
Y no se equivoca. La inseguridad crece, las instituciones no responden, y el régimen se aferra a su retórica vacía mientras la gente muere esperando una ambulancia o un médico que haga su trabajo.
¿Cuántos más tienen que morir?
Hasta este momento, el régimen no ha dado la cara. No hay parte oficial, no hay versión policial, no se conoce el nombre del agresor ni los motivos detrás del ataque. Como suele pasar, el silencio cómplice de las autoridades termina alimentando aún más la indignación del pueblo.
Mientras tanto, la denuncia de negligencia médica no ha sido respondida por el hospital “Roberto Rodríguez”. Ningún funcionario ha salido a explicar por qué un muchacho que llegó vivo terminó muerto, por qué no hubo atención urgente, ni por qué su familia tuvo que cargar con la tragedia sin respaldo institucional.
El dolor se transforma en furia
La comunidad de Morón no solo está de luto. Está molesta, indignada y, sobre todo, cansada. Cansada de ver morir a sus hijos sin respuestas, sin justicia, sin verdad. La muerte de Osmel no puede ser otra cifra que se pierde entre la burocracia del régimen.
La juventud cubana sigue siendo una víctima más de un sistema roto, que ya no protege ni cura, sino que deja morir lentamente a quienes más lo necesitan.
El rostro de Osmel se ha vuelto símbolo del fracaso de un Estado que ya no cuida a nadie, y su historia una herida abierta en un país donde la muerte muchas veces llega no por la violencia en sí, sino por el abandono institucional que la permite.