En una nueva muestra de desconexión total con la realidad que sufre el cubano de a pie, el Ministerio de Turismo del régimen (MINTUR) ha comenzado a vender con bombos y platillos la XV edición del Festival Internacional Varadero Gourmet 2025, que tendrá lugar del 11 al 13 de septiembre. Bajo el eslogan de “Sabores sin fronteras. La magia de la cocina fusión con alma cubana”, el evento se presenta como una gran fiesta culinaria… pero a espaldas de un país que cada día se acuesta con el estómago vacío.
Mientras millones de cubanos se debaten entre las colas eternas y los precios imposibles para conseguir un poco de arroz, el régimen prepara un espectáculo de lujo en el Centro de Convenciones Plaza América, en Varadero, con talleres, conferencias, catas de vinos, y competencias de coctelería y gastronomía. Todo muy bonito, muy “gourmet”, pero profundamente ofensivo para un pueblo al que ni la libreta de abastecimiento le da ya para subsistir.
¿A quién va dirigido este festival? Porque, claramente, no es para el cubano común, ese que sobrevive con un pan duro y un café aguado. El evento está organizado por el Grupo Empresarial Cubasol y la Empresa Extrahotelera Palmares S.A., y lo adornan con discursos de “intercambio cultural” y “cocina sostenible”, mientras las placitas siguen vacías y la inflación devora el bolsillo del pueblo.
Durante su presentación en la feria ExpoCaribe 2025, en Santiago de Cuba, la funcionaria Zoraida Lozano González repitió el mismo cuento viejo de siempre: que el festival busca resaltar la “diversidad de la cocina cubana”. ¿Diversidad? ¿En serio? La mayoría de los cubanos apenas pueden conseguir un huevo o un trozo de pollo en el mes, mientras el régimen arma un show culinario para turistas e invitados extranjeros, con paquetes de hoteles 5 estrellas, vinos importados y carne que no se ve ni en sueños en una carnicería nacional.
La propaganda oficial se atreve a hablar de “revolucionar la gastronomía cubana” y de “cocina saludable y sostenible”, cuando en realidad ni saludable ni sostenible es vivir sin leche, sin aceite, sin proteínas y con los mercados desabastecidos. Eso sí, para los que quieran asistir al festival, hay precios en dólares: 100 por la inscripción como delegado, 10 por cada día, y hasta 45 dólares para competir en las diferentes categorías. ¿Pagaderos en pesos cubanos? También, pero al cambio ficticio que impone el régimen, como parte de su circo cambiario.
Todo esto en un país donde se habla de economía circular, de cocina artística, de fusión gourmet, mientras en las casas cubanas la receta diaria es la improvisación con lo poco que aparece. Una paradoja escandalosa: el festival hablará de “abastecerse de agricultores locales”, pero la realidad es que la producción agrícola está por el piso y los campos están más vacíos que los estantes de las bodegas.
Aunque lo vistan de oportunidad para “fortalecer la proyección internacional de la cocina cubana”, el Festival Varadero Gourmet no es más que otro intento del régimen por seguir vendiendo una imagen falsa al exterior, mientras el pueblo se hunde en una crisis alimentaria brutal y sin precedentes. Es un show para el turismo extranjero, donde se juega con la comida de los que no tienen voz ni plato.
Al final, lo que queda es la indignación. Porque mientras unos pocos degustan caviar y ron añejo entre brindis y aplausos, la mayoría de los cubanos apenas pueden comprar pan para el desayuno. Y ese contraste, ese abismo, esa crueldad disfrazada de “evento gastronómico”, es otra prueba más de cómo la dictadura sigue pisoteando la dignidad de su gente, sin el menor pudor.