En pleno amanecer del 22 de julio, un nuevo crimen sacudió a Cuba. Esta vez, la víctima fue Yailin Carrasco Pérez, una joven madre cienfueguera de apenas 29 años y madre de tres niñas. La asesinaron a sangre fría en la zona conocida como Pastorita, en Cienfuegos, mientras iba acompañada por una de sus hijas.
El horror ocurrió sobre las 6:30 a.m., cerca del vial de la Universidad. La pequeña, de solo seis años, fue testigo del crimen. Entre gritos de desesperación, se le escuchó llorar: “¡Me mataron a mi mamá!”. Según los vecinos, ella misma identificó al agresor: la pareja de su madre.
Un país donde los asesinos caminan sueltos
El presunto homicida fue capturado y está bajo investigación penal. Pero lo que realmente ha desatado la indignación pública es el dato que soltó el activista Saúl Manuel: el asesino sería un reo fugado. Sí, un prófugo, caminando libremente por las calles, capaz de acercarse sin obstáculos a su expareja y quitarle la vida. ¿Cómo es posible eso en un país donde todo está controlado y vigilado?
La respuesta, aunque duela, es clara: el régimen cubano ha perdido el control hasta en lo más básico. Ni siquiera puede garantizar que un reo permanezca tras las rejas, y mucho menos que las mujeres estén a salvo de sus verdugos.
La cobardía del lenguaje oficialista
En lugar de llamar las cosas por su nombre, los medios del régimen siguen maquillando la tragedia. El perfil oficialista “Las Cosas de Fernanda” se refirió al crimen como un caso de “violencia pasional”. Solo una vez, con timidez, dejaron colar la palabra que verdaderamente importa: feminicidio.
Llamarle “pasión” a un asesinato es minimizarlo. Es disfrazar el odio con romanticismo barato. Es soltarle una excusa al asesino. En Cuba, ni siquiera existe la figura legal del feminicidio, y cada vez que se evita nombrarlo, se contribuye a la impunidad. Porque si no se nombra, no existe. Y si no existe, no se combate.
El castrismo y su doble moral: discursos vacíos y víctimas reales
Para colmo, el texto oficialista se lanzó a una perorata ideológica citando a Fidel, al marxismo y al cuento trillado de que “la Revolución luchó por la igualdad de género desde 1959”. Un discurso viejo, ajeno a la realidad, incoherente hasta la médula.
¿De qué igualdad hablan cuando las mujeres siguen muriendo sin protección y sin justicia? ¿Cómo pueden culpar al capitalismo de crímenes que ocurren en un país con un sistema totalitario que lo controla todo, menos la violencia de género? El régimen evade su responsabilidad con habilidad cínica, desviando la culpa hacia modelos externos mientras ignora su propio fracaso institucional.
¿Pena de muerte? Otro parche para tapar la ineptitud
Como si no bastara con desviar el foco, ahora proponen retomar la pena de muerte para este tipo de crímenes. La medida suena fuerte, impactante, pero no es más que otra cortina de humo. Porque castigar después del hecho no protege a las mujeres antes de que sean asesinadas. Y esa es la raíz del problema.
El Estado cubano no ofrece casas de acogida, protección efectiva, ni protocolos reales para víctimas de violencia. Solo promete mano dura cuando ya hay un cadáver sobre el asfalto. Lo de Yailin no fue un arrebato “pasional”, fue el resultado de un sistema que abandona a las mujeres, las desoye y las deja solas frente a sus agresores.
Feminicidios silenciados, medios sumisos y un Estado cómplice
Hasta el momento, ninguna plataforma feminista independiente ha podido dar detalles completos del caso. Y no por falta de interés, sino por la censura, el miedo y el cerco informativo que impone el régimen. Así se garantiza que las víctimas sigan muriendo en silencio.
Mientras el gobierno siga escondido detrás de eufemismos y discursos vacíos, las mujeres cubanas seguirán cayendo una a una, sin amparo, sin justicia y sin voz. Nombrar el feminicidio no es un acto de rebeldía: es un deber moral. Y señalar al Estado como responsable de permitir estos crímenes no es exageración: es la verdad que grita desde cada esquina de este país fracturado.
Hasta que no haya voluntad política real, hasta que no se reconozca el feminicidio en la ley y se construyan mecanismos eficaces de protección, casos como el de Yailin Carrasco Pérez seguirán repitiéndose. Y cada uno será una acusación directa contra un régimen que presume de igualdad mientras abandona a sus hijas en manos del machismo y la impunidad.