La historia de José Morales Besada parece sacada de una película de terror… pero es la realidad para muchos cubanos perseguidos. Este joven activista LGBTQ+ escapó del odio en Cuba, pero el destino le jugó una mala pasada: volvió a cruzarse con sus agresores, ahora en Estados Unidos.
Se trata de Reisel y Leiser Herrera Pardo, dos rostros bien conocidos por Morales. En 2017, estos hermanos lo atacaron brutalmente en Ciego de Ávila, dejándole no solo cicatrices físicas, sino también un trauma profundo que lo empujó al exilio.
Años después, y supuestamente “huyendo del comunismo”, los Herrera Pardo lograron entrar a EE.UU. como si fueran perseguidos políticos, ocultando, según denuncia José, su historial violento y sus vínculos con el aparato represivo del régimen.
Pero lo más indignante es que, en vez de callar y alejarse, han seguido acosando a José desde territorio estadounidense, lanzándole insultos homofóbicos a través de redes sociales. Palabras como “pájaro” o “maricón” —que en Cuba aún son usadas como armas de odio— siguen persiguiéndolo, incluso fuera de la isla.
“La impunidad se los trajo consigo”, escribió el joven, que ahora lucha por justicia también en suelo americano. Asegura que ha recibido incluso amenazas por parte del padre de los agresores, apodado “Momporro”, lo que demuestra que el odio familiar cruzó fronteras sin pasar por el detector de violencia.
Morales Besada ha lanzado una petición en Change.org exigiendo que se investigue a los hermanos Herrera y que sean deportados, pues considera que abusaron del sistema migratorio para presentarse como víctimas cuando en realidad fueron victimarios.
Organizaciones defensoras de los derechos humanos se han unido al reclamo, pidiendo que el ICE, el FBI y demás autoridades revisen cómo fue posible que individuos con este historial de agresión entraran al país sin consecuencias.
“La libertad no es un refugio para acosadores”, dice uno de los comunicados que circula en redes. La comunidad exige respuestas claras y protección real para quienes, como José, ya han sufrido bastante en su tierra natal por ser quienes son.
Este caso no solo refleja la crueldad del régimen cubano y sus secuaces, sino también las grietas de un sistema que podría estar siendo aprovechado por “falsos exiliados” que siguen sembrando odio, ahora bajo otras banderas.