En un intento desesperado por aparentar control, el Tribunal Supremo Popular (TSP) acaba de soltar un nuevo dictamen sobre cómo lidiar legalmente con los cannabinoides sintéticos en Cuba. Se trata de esas drogas fabricadas en laboratorio que imitan la marihuana, pero que en realidad son bombas químicas, mucho más tóxicas y adictivas.
Conocidas en la calle como “los químicos”, estas sustancias están ganando terreno en la isla, sobre todo en barrios habaneros donde la descomposición social ya no se puede ocultar ni con propaganda.
Una droga mortal en manos de un Estado sin respuesta
El documento del TSP alerta que estas drogas pueden fumarse o aplicarse con spray en papel, y que, aunque se usen en dosis pequeñas, los efectos son devastadores: convulsiones, paros cardíacos, brotes psicóticos y hasta la muerte. Lo confirmó el propio Laboratorio Central de Criminalística. Sin embargo, lo más revelador no es la droga en sí, sino la manera en que el régimen intenta maquillar la realidad con leyes, cuando la calle está completamente fuera de control.
El nuevo enfoque legal busca “precisar” cómo juzgar estos casos, ya que el Código Penal habla de “cantidades relativamente grandes” para sancionar el tráfico. Pero en el caso de los cannabinoides sintéticos, hasta una migaja puede ser letal, así que ahora se analizarán factores como la pureza del químico, el número de dosis, el posible daño a la salud, y hasta las ganancias estimadas del acusado.
Todo, por supuesto, deberá demostrarse mediante “peritajes especializados”. Suena muy técnico, pero todos sabemos que en Cuba las leyes se aplican con doble rasero, y que la justicia es solo un teatro cuando el caos ya se volvió rutina.
El consumo crece y el castrismo no da pie con bola
El régimen intenta tapar el sol con un dedo. Las penas para quien posea estos químicos sin prescripción médica oscilarán entre uno y tres años de cárcel o multas elevadas, equiparándolos a sustancias como la cocaína. Pero mientras ellos escriben sanciones sobre papel, el narcotráfico ya ha echado raíces en pleno corazón de La Habana.
No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos. Hace apenas unas semanas se supo del caso de una familia entera involucrada en una red de venta de drogas. Padres, hijos, tíos… todos metidos en el mismo rollo. Eso no es solo crimen, eso es el colapso moral y social de una nación desgastada por décadas de control, represión y miseria.
Las víctimas ya no callan: la verdad explota en redes sociales
Y mientras el gobierno lanza su Observatorio Nacional para el Sistema de Alerta Temprana sobre drogas —otro nombre pomposo más para aparentar acción—, las redes sociales se han convertido en la verdadera fuente de denuncias y ayuda.
Una joven cubana estremeció internet al mostrar los estragos físicos que le causaron los “químicos”. Su rostro, completamente deteriorado, es la radiografía más cruda de lo que el castrismo no quiere mostrar: un país donde la desesperación ha reemplazado la esperanza.
Y no es la única. Otra modelo cubana, también atrapada en la adicción, despertó una ola de apoyo ciudadano en redes, donde amigos y seguidores pidieron ayuda para salvarla. Mientras tanto, las instituciones brillaban por su ausencia, incapaces de ofrecer una respuesta humana y real ante el sufrimiento de su propio pueblo.
Una dictadura vencida por la realidad
El castrismo podrá escribir todos los dictámenes que quiera, crear observatorios, dictar conferencias o montar operativos. Pero lo cierto es que la droga se les metió por la puerta trasera del desastre que ellos mismos construyeron. La descomposición es tan profunda que ya ni el miedo funciona.
Porque cuando un sistema lleva más de seis décadas reprimiendo, censurando y mintiendo, la gente termina buscando escape aunque sea en lo más destructivo. Y en ese espejo de la juventud drogada, la familia convertida en cartel y las víctimas pidiendo auxilio en Facebook, lo que se refleja no es otra cosa que el rostro decadente de una Revolución que se pudrió desde adentro.