La tragedia tocó con fuerza las puertas de Manzanillo este 21 de julio, cuando un niño de apenas 8 años, conocido cariñosamente como “Jorgito”, perdió la vida tras complicaciones severas asociadas a un presunto caso de dengue hemorrágico. Su muerte ha sacudido a la comunidad local y ha vuelto a desnudar las vergüenzas de un sistema de salud ahogado en abandono y burocracia.
El pequeño era hijo de Yaquelin Veliz, directora del proyecto cultural “Colmena Corazón Gigante”, bien conocida en el ambiente artístico de la región. El impacto ha sido brutal, tanto por la edad del menor como por la rapidez con la que se deterioró su salud. En apenas tres días, la enfermedad se lo llevó, y con él se fue un pedazo de esperanza de una familia que hoy no encuentra consuelo.
Fue el propio artista Carlos Miguel Carbonell Raspay quien confirmó la devastadora noticia en redes sociales. Su mensaje, lleno de dolor y rabia, no solo lamentó la pérdida, sino que también apuntó directamente al descontrol sanitario que reina en la zona. Según vecinos, un vertedero repleto de basura a pocos metros de la casa de Jorgito podría haber sido el foco del brote. Y lo más indignante: las autoridades solo actuaron después del funeral.
“La ciudad amaneció con la tristísima noticia de la muerte de un niño… nada menos que el hijo de Yaquelin Veliz”, escribió Carbonell. Y remató con una denuncia que duele: “Solo después del fallecimiento se mandó una brigada a eliminar el basurero”.
El pueblo no se quedó callado. Artistas, vecinos, padres preocupados… todos han alzado la voz, cansados de la apatía de un régimen que ni cuida ni protege. El malestar se siente en cada rincón, y no es para menos: mientras los dirigentes celebran congresos y reparten consignas, las calles se llenan de mosquitos y las morgues de inocentes.
Hasta ahora, ni pío han dicho las autoridades. Nadie ha dado una explicación oficial sobre la causa exacta de la muerte ni mucho menos sobre las condiciones sanitarias de la zona. El silencio institucional huele tan podrido como los vertederos que rodean a Manzanillo.
El dengue no es nuevo en Cuba. Es un enemigo viejo, pero cada año regresa con más fuerza porque no hay fumigación, no hay control, y no hay vergüenza. La escasez de medicamentos y la acumulación de basura en cada esquina hacen del país un caldo de cultivo perfecto para tragedias como esta.
Manzanillo se ha convertido en un epicentro del caos sanitario. Vertederos improvisados, calles llenas de desechos, y una recogida de basura que brilla por su ausencia. Los vecinos han hecho denuncias una y otra vez, pero como suele pasar en esta isla, los reclamos rebotan en las paredes del poder.
La madre del niño, deshecha por el dolor, solo logró compartir un mensaje breve, cargado de gratitud y tristeza: “Solo quiero agradecer a todos los que se unieron a mí en este terrible momento. La vida me arrebató mi alegría”.
La muerte de Jorgito no es solo una tragedia personal: es un grito colectivo. Es el reflejo de una Cuba que se cae a pedazos mientras sus dirigentes miran para otro lado. Y aunque el régimen intente enterrar este caso bajo el silencio, la indignación del pueblo no se apaga tan fácil.
Desde el mundo artístico granmense han llegado mensajes de solidaridad para Yaquelin, pero también llamados firmes a que alguien se haga responsable. Porque el dolor no se borra con palabras vacías ni con brigadas de última hora. Lo que hace falta es voluntad política, gestión real y respeto por la vida. Algo que, tristemente, el castrismo ha demostrado no tener.