Otra vez el régimen cubano queda mal parado ante el mundo, y esta vez no es por el hambre, los apagones o la represión, sino por algo aún más turbio: el envío encubierto de cubanos a pelear como carne de cañón en la guerra de Rusia contra Ucrania.
Según reportes del medio independiente 14ymedio, al menos once cubanos vinculados con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) están detenidos en Matanzas. Todos están siendo investigados por el presunto delito de mercenarismo, aunque en el fondo, lo que parece es que el castrismo está lavándose las manos después de haber metido las suyas hasta el fondo en un negocio sucio.
La clave del escándalo es un personaje apodado “El Maestro”, un oficial cubano que, según testimonios recogidos, se dedicaba a organizar todo el andamiaje logístico para mandar a estos hombres al frente de batalla en Ucrania. Desde los pasajes y los trámites, hasta la supuesta conexión con el Kremlin, todo pasaba por sus manos. Y no era un acto heroico, ni una misión de paz: era un negocio a cambio de pasaporte ruso y 2,000 dólares por cabeza.
La mayoría de los detenidos tienen experiencia militar o vínculos con la seguridad del Estado, lo que demuestra que no se trataba de jóvenes despistados sino de fichas bien seleccionadas. Uno de ellos, apodado “Amaury”, era exfuncionario del MININT con entrenamiento como francotirador. Otro, conocido como “Tasé”, decía que iba a Rusia por un “intercambio cultural” como si se tratara de un viaje de estudios… pero también tenía historial en artes marciales mixtas.
Detrás de todo esto hay una sombra mucho más grande: la participación cómplice —aunque ahora fingidamente distante— del aparato estatal cubano. Porque nadie organiza vuelos, pasaportes ni contactos internacionales sin que los segurosos lo sepan. Pero claro, ahora que la olla se destapó, el régimen guarda silencio. No hay comunicados, no hay juicios públicos, no hay transparencia. Solo hermetismo y control.
El caso salió a flote por un cubano conocido como “Eduardo”, que pasó más de un año encerrado en el Combinado del Sur por el simple hecho de comprar un pasaje en el mismo vuelo que los reclutados. Eduardo juró no conocerlos, pero igual cayó preso y terminó compartiendo celda con tres de ellos. Salió libre en mayo, y su testimonio fue clave para entender que el escándalo era más grande de lo que el régimen quería admitir.
Mientras los once hombres siguen encerrados, «El Maestro» está bajo custodia aparte, en la prisión de Canaleta, en Jovellanos. Esta separación no es casual. Todo apunta a que lo están usando como peón de sacrificio, un chivo expiatorio para enfriar el escándalo y salvarle la cara al Estado. Algunos creen incluso que podría haber actuado por su cuenta, pero en Cuba todos sabemos que nadie mueve una ficha militar sin el visto bueno de los de arriba.
La realidad es una sola: el castrismo sigue usando a sus propios ciudadanos como moneda de cambio, ya sea para controlar las calles, exportar represión a Venezuela o ahora, vender cuerpos al Kremlin para una guerra que ni les va ni les viene.
Mientras el pueblo cubano se revuelca entre la miseria, los cortes de luz y la falta de futuro, el régimen se dedica a tejer redes de reclutamiento clandestino para mandar hombres al matadero. Y cuando las cosas se salen de control, reprimen, encarcelan y callan, como si eso fuera a borrar la sangre que les mancha las manos.
