La rabia, esa enfermedad mortal que debería estar más que controlada en pleno siglo XXI, vuelve a asomar la cabeza en Cuba. Esta vez, los reportes vienen desde La Habana, donde varios gatos han comenzado a mostrar síntomas preocupantes que podrían estar ligados al virus. La organización independiente BAC-Habana (Bienestar Animal Cuba) fue la primera en prender las alarmas.
A través de su página en Facebook, BAC-Habana denunció que felinos con comportamientos anormales han sido vistos en distintos puntos de la capital. Pero más allá del susto, el verdadero problema está en la total falta de respuesta oficial y la ausencia de campañas sanitarias efectivas, algo que ya no sorprende a nadie que viva bajo el régimen cubano.
Síntomas alarmantes y cero soluciones estatales
Desde agresividad repentina hasta babeo excesivo, convulsiones, desorientación o maullidos fuera de lo normal, los signos de rabia son claros. Pero mientras los activistas recomiendan no tocar a los animales sospechosos y acudir de inmediato a veterinarios o al departamento de Zoonosis, el aparato estatal guarda silencio o actúa tarde y mal, como de costumbre.
“La rabia es letal si no se trata, pero totalmente prevenible si se actúa con responsabilidad”, recuerda BAC. Y en Cuba, donde la responsabilidad estatal brilla por su ausencia, son los ciudadanos y las organizaciones independientes quienes tienen que hacerle frente a lo que debería ser tarea del sistema de salud pública.
Gatos víctimas, no culpables
En su comunicado, BAC dejó bien claro que los animales no son los enemigos en esta historia. “Los gatos no son culpables, sino víctimas”, expresaron. La rabia no se combate con linchamientos ni con pánico colectivo, sino con información, vacunas y respeto. Pero cuando el régimen ha dejado en ruinas todo el sistema de prevención veterinaria, lo que queda es miedo y desinformación.
La prevención, secuestrada por la ineficiencia
BAC insiste en la urgente necesidad de vacunar anualmente a todos los gatos, incluso aquellos que no salen de casa. También piden que se evite el contacto con felinos desconocidos y que no se suelten animales sin vacunar, porque eso solo agrava el problema. Sin embargo, esta lógica elemental choca de frente con la cruda realidad cubana, donde conseguir una simple dosis de vacuna antirrábica se ha vuelto una odisea.
Y como si fuera poco, también han tenido que salir a desmentir rumores y calmar a una población que vive a punta de miedo y desconfianza, gracias a la desinformación crónica que emiten los medios estatales.
Un patrón que se repite en el tiempo
No es la primera vez que el país enfrenta situaciones parecidas. En Holguín, un brote de rabia felina puso en jaque a todo un municipio, luego de que un gato atacara a tres personas. En La Habana, otro episodio involucró a un perro con rabia que mordió a una persona y varios animales, mientras las autoridades apenas reaccionaban.
Pero el caso más aterrador ocurrió hace unos años, cuando dos personas murieron presuntamente por rabia humana, tras ser mordidas por un gato callejero. Aquello fue una tragedia evitable que dejó al desnudo las deficiencias estructurales del sistema de salud cubano, incapaz de actuar con rapidez, hacer seguimientos o contener brotes.