En Santiago de Cuba, una escena que debería inspirar ternura terminó convirtiéndose en un retrato crudo de la decadencia: un parque de diversiones sin corriente, padres sudando la gota gorda para empujar un carrusel con sus propias manos, y niños que ríen sin saber que están montados en la miseria.
El momento fue captado por la usuaria Maripili del Pino y subido a Facebook, donde rápidamente se hizo viral. Lo que para algunos fue una imagen de amor y entrega, para muchos otros fue una bofetada a la cara del sistema, ese que lleva décadas vendiendo el cuento de la “resistencia creativa” mientras le exprime la vida al pueblo.
En el video se ve clarito: adultos, con cara de cansancio pero corazón firme, haciendo girar a brazo pelado un carrusel que, en cualquier país normal, funcionaría con electricidad. Y sí, los muchachos se ríen, porque son niños y no entienden aún que la alegría que sienten viene cargada del sacrificio de unos padres que no se resignan a dejar que la infancia también se apague en la oscuridad.
Una de las mujeres que aparece en la grabación lo dice sin rodeos: “Esto es lo que ellos llaman resistencia creativa”. Y con esa frase se resume todo. Porque lo que el régimen pretende vender como ingenio del pueblo, no es más que la consecuencia directa de su fracaso, de su ineficiencia crónica y su incapacidad para garantizar lo básico.
En vez de garantizar parques con luces, hospitales con medicinas y escuelas con libros, el Estado cubano reparte consignas vacías y le pone nombres bonitos al desastre. Resistencia creativa, le dicen, como si fuese una virtud tener que cocinar con leña en plena ciudad, o ver a los niños hacer las tareas a la luz de una vela porque el apagón ya va por 10 horas.
Mientras el pueblo inventa, improvisa, remienda y se las ingenia como puede para sobrevivir, los que mandan siguen cómodos en sus oficinas refrigeradas, blindados por el discurso y la represión. Que empujen los padres, que recicle el médico, que se resuelva el mecánico, que se parta el lomo el barbero… pero que no se cuestione al poder.
El carrusel empujado por manos cubanas no es un símbolo de resistencia, es el reflejo brutal de una nación condenada a sobrevivir por cuenta propia, mientras el Estado se desentiende. No hay explicación oficial sobre por qué el parque no tiene electricidad, ni tampoco se espera. Porque dar la cara no es costumbre en quienes solo saben mandar desde arriba, nunca servir desde abajo.
Y así va pasando el verano, con calor, apagones, escasez y los sueños infantiles sostenidos por el sudor de los adultos. Pero al régimen eso no le importa. Total, mientras haya alguien dispuesto a empujar el carrusel, ellos seguirán sentados en el trono, sin mover un dedo.
