Una escena desgarradora estremeció este miércoles el Kilómetro 14 de la autopista nacional, cuando un auto Volga de fabricación rusa colisionó violentamente contra una rastra en movimiento. La tragedia dejó tres adultos fallecidos y a tres menores hospitalizados, en un hecho que ha sacudido a toda Cuba.
Dentro del vehículo viajaban seis personas: un matrimonio, la abuela materna y sus tres niños. Lamentablemente, los adultos perdieron la vida en el impacto, que fue tan brutal que testigos lo describen como una escena dantesca. El Volga chocó de frente contra la parte trasera de la rastra, que se desplazaba por el carril derecho. El golpe fue tan fuerte que dejó el carro completamente destruido.
Los menores, que estaban en el asiento trasero, fueron rescatados con vida gracias a la rápida acción de transeúntes y el personal de emergencia. Fueron trasladados de inmediato al Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, donde se encuentran bajo atención médica especializada. Hasta el momento, permanecen con vida y estables, dentro de la gravedad de la situación.
Las autoridades han confirmado que el conductor del vehículo no se encontraba bajo los efectos del alcohol, descartando así una de las posibles causas. Sin embargo, las condiciones mecánicas del auto, su antigüedad y el estado de las carreteras, vuelven a colocarse bajo el foco de la crítica pública.
Este trágico accidente no es un hecho aislado, sino otro episodio en la larga cadena de desgracias que azotan las vías cubanas, donde la combinación de vehículos obsoletos, falta de señalización y un sistema vial completamente abandonado por el régimen, pone a diario en riesgo la vida de miles.
La Dirección Nacional de Tránsito ya había advertido que, solo en el primer semestre del año, se han registrado más de 3,500 accidentes en la isla, con un saldo alarmante de muertos y lesionados. Las cifras siguen en aumento, mientras el gobierno responde con silencio o justificaciones vacías, incapaz de resolver los problemas estructurales que provocan estas tragedias.
Vecinos, familiares y usuarios de redes sociales han expresado su dolor e indignación. Y no es para menos: la muerte de una familia entera y el sufrimiento de tres niños inocentes reflejan el precio altísimo que se paga por vivir bajo un sistema donde la negligencia y el abandono estatal también matan.
Una vez más, Cuba llora a sus muertos. Y una vez más, el régimen calla, mientras las carreteras siguen siendo una trampa mortal para quienes se atreven a cruzarlas.