Un nuevo capítulo se suma al largo historial de accidentes ferroviarios en Cuba, esta vez en el municipio de Baraguá, en Ciego de Ávila, donde un tren de pasajeros chocó contra un auto particular en la mañana de este jueves. Por suerte, no hubo que lamentar víctimas, aunque las imágenes del accidente han dejado a más de uno con el corazón en la boca.
La locomotora involucrada, la máquina 50933, cubría la habitual ruta entre Baraguá y Ciego de Ávila cuando se encontró con un Hyundai que, según reportes en redes sociales, intentaba cruzar la vía sin detenerse. El resultado: el auto quedó atravesado como una ficha de dominó mal puesta, en plena línea férrea.
Luis Pacheco Granado fue uno de los primeros en compartir la noticia a través de Facebook, asegurando que milagrosamente nadie resultó herido. En los comentarios, un joven que se identificó como hijo del chofer del Hyundai también confirmó que su padre se encontraba ileso y en buen estado, aunque, sin dudas, con un susto de esos que no se olvidan.
Mientras tanto, algunos usuarios de redes no tardaron en señalar que el accidente pudo haberse evitado si el conductor hubiese respetado las señales de tránsito. Y es que en Cuba, donde los pasos a nivel muchas veces no tienen barreras ni advertencias visibles, se depende demasiado del instinto y la suerte.
Este tren realiza dos salidas diarias entre Baraguá y la ciudad cabecera, ida y vuelta. Afortunadamente, en esta ocasión los pasajeros siguieron su camino sin mayores contratiempos… aunque con una parada inesperada y ruidosa.
El caso recuerda lo ocurrido hace solo una semana en Calabazar, La Habana, cuando otro tren –el que lleva gente a Expocuba– también chocó contra un carro en un paso a nivel. Igual que ahora, no hubo muertos, pero sí muchas preguntas sobre la seguridad vial y ferroviaria en el país.
Y si vamos más atrás, en mayo, un tren que viajaba desde Holguín hacia La Habana se descarriló en Camagüey, dejando a 18 personas lesionadas. Otra vez, por suerte, nada grave. Pero la repetición de estos episodios deja claro que los rieles cubanos están más oxidados que nunca, y la falta de mantenimiento, señalización y responsabilidad ciudadana se combinan para formar una bomba de tiempo.
En un país donde el régimen prefiere construir hoteles vacíos antes que invertir en infraestructura vital, no es sorpresa que los trenes anden al garete y que cruzar una línea férrea sea, literalmente, un acto de fe. Esta vez no hubo sangre, pero el riesgo está siempre al acecho, y eso no lo borra ningún parte oficial ni ningún “todo está bien” colgado en redes sociales.