Hay escenas que parecen de película, pero son bien reales. En Santiago de Cuba, lo que antes era rutina —abrir el grifo y llenar una jarra— hoy es una odisea. La gente corre, literalmente, detrás de pipas de agua como si fueran ambulancias repartiendo vida. Niños, ancianos, embarazadas… todos luchando por un poco de lo más básico: el agua.
La situación está tan crítica que se ha vuelto habitual ver a madres cargando a sus hijos con un balde en la otra mano, o a señores mayores tropezando por las calles con tanques al hombro. Es como si de pronto, en pleno 2025, retrocediéramos a los tiempos en que el agua había que buscarla en el río.
El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada lo dijo sin rodeos en Facebook: “Corretear una pipa o morir de sed”. Así resumió lo que miles de santiagueros viven todos los días, mientras las autoridades hacen como si nada pasara.
Barrios enteros como Sueño, Altamira, Micro 9, Agüero, San Pedrito y Mariana de la Torre llevan semanas sin ver una sola gota. Algunos ya superan los 60 días sin servicio. Y la solución que ofrecen es tan ineficiente como desigual: las famosas pipas, que no avisan, no alcanzan, y a veces llegan a dedo, según simpatías políticas.
En los edificios altos la cosa es peor. Subir cubos por escaleras oscuras se ha vuelto un ejercicio de supervivencia. Los más vulnerables —ancianos, mujeres embarazadas o personas con discapacidad— quedan completamente abandonados. No hay grúa, no hay ascensor, no hay nadie.
Las cisternas están vacías, las bombas rotas y los responsables brillan por su ausencia. Para colmo, el agua que sí se consigue muchas veces se almacena en cubos de pintura viejos, botellas recicladas y tanques oxidados. El resultado: diarreas, dengue, leptospirosis… y hospitales llenos.
“Esto no es una sequía, es un crimen por negligencia”, acusó Mayeta. Y no le falta razón. Porque mientras el pueblo corre desesperado, los dirigentes gozan de sus duchas privadas y sus botellones llenos. “Santiago se seca, pero los jefes se bañan. El pueblo se enferma, pero ellos brindan”.
Una mujer, mientras perseguía una pipa, gritó algo que ya se hizo viral: “¡Súbelo, Mayeta, que si el agua no corre, al menos que corra la verdad!”. Y es eso lo que más duele: que la verdad tenga que colarse por redes sociales porque en los noticieros no hay ni una gota de ella.
La provincia de Santiago de Cuba, sobre todo su municipio cabecera, está en plena emergencia hídrica. La directora de Aguas Santiago lo reconoció: no hay agua y no se sabe cuándo volverá. El sistema Quintero —que abastece a más del 80 % de la ciudad— está casi colapsado. Solo una de las cinco conductoras está funcionando y el caudal que llega es ridículamente bajo.
Los barrios más afectados —como Altamira, Van Van, Versalles, El Caney, Boniato y El Cristo— dependen exclusivamente de los carros cisterna. Pero ni así hay para todos. Algunas zonas ya suman más de dos meses sin agua por tubería.
El presidente del INRH, Antonio Rodríguez Rodríguez, achacó la culpa a la sequía, la falta de materiales y la crisis energética. Pero lo cierto es que más de un millón de cubanos en todo el país están en la misma situación. Y mientras tanto, la sed crece… y la paciencia se agota.