Cuando la ministra de Trabajo de Cuba, Marta Elena Feitó, dijo con toda la cara que en el país “no hay mendigos”, las redes sociales ardieron. Y no era para menos. Decir eso en un país donde cada vez hay más gente hurgando en la basura, durmiendo en parques y limpiando parabrisas por unas monedas, sonó como una burla.
Pues bien, después del tremendo papelazo, el primer ministro Manuel Marrero decidió salir a apagar el fuego… con una visita bien montada a un centro para personas sin hogar en Ciego de Ávila. ¿Casualidad? Para nada. Esto fue puro control de daños, una especie de “mira cómo sí nos preocupamos por los deambulantes”, aunque hasta hace unos días decían que ni existían.
Durante su recorrido, Marrero no fue solo. Lo acompañaron autoridades provinciales y todo fue documentado con fotos y titulares bien medidos, como es costumbre. Allí habló del “carácter humanista de la Revolución” y de cómo estos centros ayudan a reincorporar a la gente a la sociedad. Pero muchos se preguntan: ¿y por qué reconocerlos ahora? ¿No que aquí nadie está en la calle por necesidad?
Esta visita no es inocente. Llega justo cuando el discurso oficial empieza a desmoronarse ante la presión pública. La gente en redes estalló luego de que Feitó afirmara que los que vemos en la calle “optan por ese estilo de vida” porque es más fácil. Como si levantarse cada día sin techo ni comida fuera un lujo.
Además, la ministra no se quedó ahí. También soltó que en Cuba no hay hambre ni pobreza extrema. Algo que contradice por completo los informes del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, que aseguran que más del 80% de la población vive en condiciones de pobreza. Y eso es siendo optimistas.
Desde esa declaración, medios oficialistas han empezado a hablar del tema —con su lenguaje de siempre, lleno de eufemismos— y se han abierto centros para personas con “conducta deambulante”. Claro, la palabra mendigo sigue siendo tabú. Pero activistas y ciudadanos han denunciado que estos lugares están en condiciones lamentables, con hacinamiento, maltrato y, en algunos casos, reclusión forzosa.
La visita de Marrero busca cambiar esa narrativa. Mostrar centros «bonitos», con supuesta vocación social. Pero la realidad que se vive en las calles es otra: cada día son más los ancianos, enfermos mentales y personas sin hogar que deambulan por las ciudades sin respaldo del Estado. Lo que antes era una excepción, hoy es parte del paisaje urbano cubano.
Donde antes negaban la pobreza, ahora intentan maquillarla. Y mientras tanto, el cubano sigue viendo cómo se vacían los discursos y se llenan las calles… de verdades imposibles de ocultar.
