Sabemos que no hay abrazo que se extrañe más que el de una abuela. Y si alguien lo sabe muy bien, es Laura, una joven cubana que decidió hacerle una visita sorpresa a su “mima” después de mucho tiempo fuera del país. Lo que no imaginó fue que, además de lágrimas y emoción, se iba a llevar un regaño de los que salen directo del corazón.
La historia la compartió en TikTok la usuaria @laury0605, y como era de esperarse, el video tocó la fibra de miles de personas. En la descripción escribió: “Cuando fui a Cuba por primera vez, fui de sorpresa y mima casi le da algo cuando me vio. Momento inolvidable”. Y no exagera.
En las imágenes se ve el momento exacto en que Laura cruza la puerta y su abuela, al verla, queda en estado de shock por unos segundos. Luego, rompe en llanto, la abraza con todas sus fuerzas, y Laura, de rodillas frente a ella, intenta calmarla. Es una escena tan humana y real que no hace falta música triste para que se te humedezcan los ojos.
Pero lo más lindo viene justo después. Entre sollozos y emoción, la abuela suelta una frase que hizo reír y llorar a todos: “Te lo dije, Laura, que eso a las personas mayores no se hace”. Un regaño con amor, de esos que vienen con susto incluido, y que solo una abuela puede dar.
El clip no tardó en hacerse viral. Los comentarios se llenaron de mensajes de cubanos que han vivido momentos parecidos o que sueñan con volver a abrazar a los suyos. “Estoy llorando como si fuera mi abuela”, “Ese regaño vale más que mil te quiero”, o “Mi abuela también me dijo lo mismo cuando la sorprendí”, fueron solo algunos de los cientos de mensajes que inundaron la publicación.
Y es que más allá del chiste, este tipo de reencuentros hablan de algo muy profundo: la nostalgia del que se fue, y el amor intacto del que se quedó. Porque para muchos cubanos en el exilio, regresar a casa es mucho más que un viaje; es una recarga emocional, una cura al desarraigo, un pedazo del alma que vuelve a encajar.
Aunque mima se llevó tremendo susto, seguro que ese abrazo le quitó años de encima. Y Laura, aunque se ganó un regaño, también se llevó el premio mayor: volver a sentir el calor de su abuela, en carne y hueso.