La tranquilidad de Vista Alegre, un barrio en Holguín que solía ser sinónimo de vecindad y rutina, se vino abajo tras un crimen que ha sacudido a toda la comunidad. Ángel Ramírez, un señor de 73 años querido por todos, fue asesinado brutalmente en su propia casa, apenas dos días antes de cumplir los 74. Un crimen que no solo arrebata una vida, sino que desnuda la podredumbre moral que se ha sembrado en esta isla.
Todo ocurrió la noche del 19 de julio, cuando Ángel estaba cocinando en su casa, como cualquier otro día. En ese momento, Carlos Alberto Cuello, más conocido como “Polo”, entró a la fuerza en la vivienda. Lo que vino después fue puro horror: lo golpeó con tal violencia que le desfiguró el rostro, le partió la nariz y luego lo asfixió. Lo mató sin piedad por una bicicleta, una balita de gas y un celular Redmi.
Gracias a la denuncia de una madre que vio a su hijo con la bicicleta robada, la policía logró capturar al asesino esa misma noche. Lo encontraron escondido como una rata bajo una cama, en la misma zona donde cometió el crimen. Pero más allá del arresto, lo que sigue en el aire es el dolor y la impotencia.
Ángel no era cualquier vecino. Era un hombre de familia, de esos que siempre están para los suyos. Así lo describen los que lo conocían: “buen padre, amigo, abuelo, hermano, un hijo de esos que no fallan”. Las fotos que compartió una familiar en redes sociales lo muestran rodeado de niños, con una sonrisa honesta, de esas que ya escasean.
La comunidad ha reaccionado con rabia, con miedo, pero también con ganas de justicia. La familiar que denunció el caso pidió mantenerse en el anonimato, por temor a represalias, pero dejó claro su mensaje: “Que le vean la cara a ese degenerado”. Y sí, Cuba entera debería verla, porque casos como este no pueden seguir cayendo en el olvido o en el silencio que tanto le conviene al régimen.
Las redes sociales, que se han convertido en el único espacio donde el pueblo puede desahogarse sin filtros, estallaron con mensajes que reflejan el hartazgo. Una madre lo dijo sin pelos en la lengua: “Hace falta un Bukele en este país, porque aquí la justicia es benévola con los asesinos”. Y no es solo un comentario, es un grito que cada vez se escucha más fuerte en las calles y en internet.
Otro usuario fue más allá y pidió castigo ejemplar: “Que lo manden para El Salvador o lo fusilen, basta ya de años y cadenas perpetuas que no cambian nada. Si no se arranca la yerba mala de raíz, seguirá creciendo el crimen”. Y en medio de todo, una emigrada resumió el sentir de muchos: “Te matan por una balita de gas y un teléfono. Un muchacho que prefiere matar a un viejo, pero no tiene valor para rebelarse contra los que lo oprimen. Qué cobardía”.
Este asesinato no es solo un caso más en la estadística. Es el reflejo de un país descompuesto, donde la vida ha perdido valor y la impunidad es la norma. Cuba se desangra entre crímenes, miseria y un sistema que ya no protege a nadie, solo a los que mandan. Y mientras tanto, los buenos como Ángel Ramírez, caen en el olvido… si no lo gritamos.