En medio del desastre económico que azota a Cuba, la joven creadora de contenidos Sheyla Reyes (@sheyreyes032) sacó a la luz una realidad que muchos viven a diario pero pocos pueden documentar con tanta claridad: comprar comida en la isla se ha convertido en un verdadero lujo. Y no es exageración. En un video publicado en sus redes, Sheyla mostró los productos que logró conseguir para alimentar a su familia… a cambio de nada menos que 18 mil pesos cubanos.
«Comprar comida aquí es una odisea, no por encontrarla, sino por los precios absurdos», comentó la influencer mientras enseñaba su compra. Y es que, sinceramente, hay que tener el corazón duro para no indignarse al ver lo que pagó por productos básicos.
Uno de los casos más escandalosos fue el del aguacate. Sí, un aguacate. Le costó 500 pesos, como si se tratara de una joya importada. “Esto es oro en polvo, compay. Solo se puede comer cuando está en temporada… si acaso”, soltó Sheyla con mezcla de resignación y sarcasmo.
Y eso no fue lo único que le vació el bolsillo. Un litro de aceite de girasol se lo cobraron a mil pesos, un cartón de huevos le salió en 3,800, la carne de cerdo le costó 3,750 por solo cinco libras y diez libras de picadillo de pollo en 2,800. Todo eso sin contar otros artículos como plátanos verdes, yogur criollo y un pedacito de jamonada, que completaron su compra básica pero carísima.
La escena es un reflejo brutal del caos económico que está matando lentamente al cubano de a pie. Con un salario promedio que apenas roza los 4 mil pesos al mes, ¿quién en su sano juicio puede permitirse una compra así sin endeudarse o sacrificar necesidades básicas?
Pero esto no es solo un problema de precios: es el retrato del fracaso de un sistema que ha dejado al pueblo sin opciones, con una inflación galopante, mercados vacíos, y un gobierno que sigue jugando al discurso mientras el hambre aprieta. No estamos hablando de lujos, sino de comida. De sobrevivir.
Mientras tanto, los medios oficialistas siguen con su misma cantaleta y el régimen mira para otro lado, fingiendo que todo va viento en popa. Pero la realidad está en la calle, en los mercados, en las neveras vacías y en los estómagos que gruñen. Y también, gracias a voces como la de Sheyla, en las redes sociales que ya no pueden silenciar.
Así que sí, en la Cuba de hoy, comer es un lujo y vivir con dignidad parece un sueño cada vez más lejano.