El régimen cubano no solo ha destruido sueños y familias: también ha sepultado bajo la mugre y el olvido lugares que un día fueron íconos de la vida nocturna habanera. Uno de esos espacios es la antigua discoteca del Hotel Comodoro, que hoy no es más que una ruina triste y fantasmal, como lo muestra un video viral del usuario cubano @despingoverychannel en TikTok.
Lo que antes fue cuna del “pisteo” y templo del desenfreno juvenil, hoy parece un set de película postapocalíptica. Mientras recorre lo que queda del lugar, el tiktoker se lanza en tono burlesco: “La discoteca del Comodoro, estalactitas y estalagmitas… Todavía se pueden sentir los pericos y las pericas que se reunían en un hogar de la perritud innata”. El sarcasmo duele, porque detrás del chiste está la imagen de un país que se cae a pedazos mientras el poder sigue con la muela del “bloqueo”.
Las imágenes hablan por sí solas. Escenario en ruinas, columnas con grietas como si hubieran aguantado una guerra, el piso hecho leña y las paredes llenas de grafitis. Puro retrato del abandono institucional. Un espacio que antes rebosaba vida, ahora huele a escombro, desidia y olvido.
“Cuenta la leyenda que aquí se rompió el récord de yumas por metro cuadrado”, suelta el creador del video, recordando los tiempos en que turistas y famosos llenaban esa pista de baile, moviendo el cuerpo bajo luces de neón al ritmo del reguetón y la salsa. Hoy, ni sombra queda de esa alegría.
La discoteca del Comodoro, ubicada en Miramar, fue durante años uno de los puntos calientes del ocio habanero. Pero al igual que tantos sitios emblemáticos de la capital, terminó siendo víctima del abandono sistemático y la corrupción que lo carcome todo en Cuba. Lo que pudo ser patrimonio y cultura para las nuevas generaciones, terminó convertido en un muladar a cielo abierto.
Ya en abril pasado, CiberCuba había levantado la voz mostrando imágenes de este lugar convertido en vertedero. Pero lo que vemos ahora es el colmo: una muestra más de cómo el régimen destruye todo lo que no le rinde divisas o propaganda. Nada de conservación, cero respeto por la historia o el legado urbano. Solo ruinas, polvo y un eco lejano de lo que alguna vez fue una noche inolvidable.
El contraste es brutal. Lo que un día fue símbolo de libertad, de alegría compartida, hoy es solo un cascarón vacío. Porque en esta Cuba rota, hasta el recuerdo del goce se vuelve peligroso. Pero mientras haya cubanos que denuncien, documenten y cuenten la verdad, las ruinas no silenciarán la memoria.