En medio del show político con que el régimen intenta disfrazar su fracaso, el primer ministro cubano Manuel Marrero Cruz soltó una verdad incómoda durante el acto por el 26 de Julio en Ciego de Ávila: no todo lo que sufre el pueblo es culpa del embargo. Aunque trató de suavizar el golpe con el mismo cuento del “bloqueo”, terminó admitiendo lo que ya todos en la isla saben de sobra: los problemas más duros vienen de adentro, de la ineptitud de quienes llevan décadas aferrados al poder.
El evento, cargado de simbolismo revolucionario pero vacío de soluciones reales, sirvió como plataforma para que Marrero ensayara una versión más “honesta” del guion. “Tenemos dificultades internas, errores, deficiencias que debemos resolver con nuestros propios esfuerzos”, dijo, como si el pueblo no llevara años gritando esa misma frase sin que nadie en la cúpula les hiciera caso.
Aunque volvió a culpar a Washington por “querer rendir al pueblo por hambre”, esta vez soltó una perla inusual en el discurso oficial: no podemos cruzarnos de brazos ni seguir echándole la culpa de todo al bloqueo. El problema es que después de ese arranque de aparente sinceridad, no ofreció ni una solución concreta, dejando claro que la intención no es arreglar nada, sino ganar tiempo y bajar la presión.
Uno de los puntos que no pudo obviar fue la crisis energética, un tormento diario para los cubanos. Reconoció que los apagones están afectando a todos los niveles, desde la economía hasta la vida cotidiana. Pero, como era de esperarse, no dijo ni cómo ni cuándo piensa acabar con los cortes de luz, una omisión que solo demuestra el desinterés del régimen por resolver el problema de raíz.
También anunció, como si fuera motivo de esperanza, que el 2026 será un año “especial” porque se celebra el centenario del nacimiento de Fidel Castro y el IX Congreso del Partido Comunista. Y claro, entre los supuestos objetivos están la producción de alimentos, el control de la inflación, atraer inversión extranjera y salvar el sistema eléctrico. Las mismas promesas recicladas que llevan repitiendo por décadas sin mover un dedo eficazmente.
