En una escena que parecía sacada de un cuento de hadas —o mejor dicho, de una obra de teatro mal montada— Díaz-Canel y Marrero se pasearon el pasado viernes por un agro en Ciego de Ávila que, mágicamente, estaba lleno hasta los topes. Viandas por aquí, frutas frescas por allá y hasta malanga como para hacer buñuelos. Todo un espejismo que duró lo que dura el acto político de turno.
Las imágenes del supuesto «milagro alimentario» fueron difundidas por medios oficiales como Periódico Girón, mostrando a los mandamases del país caminando entre estantes rebosantes de comida, sonriendo como si hubieran resuelto el hambre nacional. Pero cualquiera que viva en Cuba sabe que eso fue puro paripé. Una vecina lo dijo sin pelos en la lengua: “Hoy sí hay boniato y plátano… porque están ellos ahí. Normalmente eso está más vacío que promesa de campaña”.
Y no faltó quien, con sorna, se burlara en redes de esa logística que solo aparece cuando hay cámaras y dirigentes de por medio. Porque apenas recogen las carpas y se van los escoltas, el agro vuelve a ser el mismo desierto de siempre, con precios que te hacen sudar más que el calor de julio. En Facebook y X (antes Twitter), muchos lo dejaron claro: “Esto es un show. Que vengan sin avisar, pa’ que vean la película real”.
La escena de Ciego de Ávila ocurre mientras el país se hunde en una inflación descontrolada, con una producción agrícola que va en picada y con familias que no saben qué van a poner en la mesa mañana. Los mercados estatales en buena parte del país siguen vacíos o con precios que ni en sueños puede pagar el cubano de a pie.
Aunque el régimen repite como disco rayado que están apostando por el «autoabastecimiento municipal» y que hay estrategias productivas en marcha, la realidad grita otra cosa: los platos siguen vacíos y los agros parecen vitrinas rotas.
Lo que pasó en Ciego de Ávila no fue un logro, ni un avance, ni un resultado de gestión. Fue un montaje descarado para alimentar la narrativa oficial, no al pueblo. Un teatro donde los actores principales fingen que todo va bien, mientras el resto del país se derrite en colas y desesperación. Porque en Cuba, cuando el gobierno aparece, la comida también… pero solo por un rato.