En la playa Santa Lucía, allá en Nuevitas, Camagüey, los salvavidas andan con los pelos de punta. Y no es por las olas, ni por tiburones, sino por una montaña de sargazo que se ha plantado en la costa como si fuera parte del paisaje. Armando León, uno de los que se parte el lomo cuidando a los bañistas, lo dijo bien claro: “hay tramos donde ya ni se ve a los niños en la orilla del mar”. Y eso, en un país donde las vacaciones en la playa son casi lo único gratis que queda, es más que preocupante.
León, hablando en nombre de sus compañeros del hotel Residencial, lanzó un grito de auxilio: “tenemos miedo de que un niño se nos enrede en esa mata y ni lo veamos”. Imagínate el estrés de estar pendiente del mar, de los turistas, y ahora también del sargazo, que parece que llegó para quedarse.
Este año el Caribe ha roto récord. En mayo, según datos de la Universidad del Sur de Florida, se contaron 38 millones de toneladas métricas de sargazo flotando en el Atlántico y el Golfo de México. Nunca antes se había visto semejante invasión de algas. El récord anterior, que ya era feo, fue en 2022 con 22 millones de toneladas. El doble, compay.
El desastre no se ha hecho esperar. Hay protestas, mal olor, gente enferma, playas cerradas y hasta escuelas que han tenido que detener las clases. En lugares como St. Maarten o Guadalupe, han tenido que sacar la maquinaria pesada para recoger lo que el mar ha vomitado. Los hoteles, que viven del turismo, están pagando de su bolsillo las limpiezas, y en República Dominicana pusieron hasta barreras flotantes para contener la plaga.
El problema no es solo el paisaje. El sargazo bloquea la luz solar, ahoga arrecifes, mata la fauna que trae consigo y suelta gases tóxicos como el sulfuro de hidrógeno. Ya eso ha provocado dolores de cabeza, vómitos y náuseas por donde quiera que llega.
En Cuba, el oriente lleva la peor parte. Guantánamo, sobre todo en la Bahía de Baitiquirí, huele a podrido, literalmente. Las algas en descomposición tienen a los vecinos tapándose la nariz y preguntándose quién los va a sacar de esa. Según el diario oficialista Venceremos, ya hubo audiencias públicas y visitas de las autoridades, pero la solución no aparece.
Desde el CITMA, el especialista Iroel Cantillo dijo que todo esto es culpa del cambio climático, que ha calentado el agua del mar y cambiado las corrientes. Eso ha convertido al Caribe en un criadero perfecto para esta peste marina. El problema es que ni el régimen tiene tecnología ni recursos para limpiar la costa, y eso que se espera que el fenómeno baje un poco en julio.
En playas como El Guanal, Sabanalamar o Yateritas, las autoridades dicen que harán limpiezas parciales. Pero todos saben que eso es pa’ tapar el sol con un dedo. No hay cómo eliminar toneladas de algas sin maquinaria ni un plan nacional serio. Lo poco que se hace viene desde los municipios, que bastante tienen con resolver la basura diaria como para lidiar también con lo que trae el mar.
Mientras tanto, la Defensa Civil ha clasificado el sargazo como un riesgo real para la salud y el medio ambiente, incluyendo en su Directiva 1 recomendaciones para evitar el contacto con las algas, no bañarse en esas zonas y no comer pescados sacados de ahí. Y si vas por esas playas, lleva nasobuco, que con el olor a huevo podrido que suelta el sargazo, lo vas a necesitar.
Este nuevo desastre ecológico no hace más que poner en evidencia lo que ya todos sabemos: el régimen cubano está atascado, sin capacidad ni voluntad para enfrentar los problemas que nos ahogan, tanto en la tierra como en el mar.