La angustia de Maura Vázquez no cabe en palabras. Desde el pasado 15 de marzo, su hija Doraiky Águila Vázquez desapareció sin dejar rastro en La Habana, y desde entonces, su vida es una cadena de desvelos, dolor y súplicas que nadie en el poder parece escuchar.
«Mirar el teléfono se volvió parte de mi rutina, como respirar, como llorar», escribió Maura en un mensaje cargado de desesperación. Pide ayuda a gritos, apela a la conciencia colectiva, implora que su hija no sea una cifra más en la lista de los olvidados por el sistema. Solo tiene fotos, recuerdos, y un océano de incertidumbre que no para de doler.
El pueblo ha mostrado solidaridad, sí, pero la respuesta oficial brilla por su ausencia. Mientras la madre exige que se actúe con seriedad, que se mueva cielo y tierra para encontrar a Doraiky, lo único que ha recibido son abrazos y palabras de consuelo. Como el de una antigua alumna de la desaparecida, quien con lágrimas le confesó: «Su hija me enseñó Derecho, pero hoy no se le está aplicando ni una pizca del que ella enseñó con pasión.»
Ese testimonio no solo conmueve, también retrata la hipocresía de un sistema que predica justicia y valores, pero abandona a su gente cuando más lo necesita. Doraiky no solo era una profesora querida, también era una mujer empática, de las que comparten el jabón con sus alumnos o les compran el pasaje para que puedan ir a casa. Hoy, esa humanidad no ha sido correspondida ni con una búsqueda digna.
Maura, con el alma desgarrada, ya no suplica: acusa. Y con razón. Llevamos meses viendo cómo el caso se estanca, cómo pasan los días sin una sola pista oficial, sin una conferencia de prensa, sin un maldito parte policial. “Responsabilizo al Gobierno cubano, porque tienen los recursos, pero no la voluntad”, soltó en un mensaje que más que un reclamo, es una denuncia directa a la negligencia estatal.
Y no le falta razón. La madre exige algo que es básico: que se active la maquinaria que sí se mueve cuando le conviene al poder. ¿Dónde están los estudiantes del MININT, los militares, los CDR, la Marina? ¿Dónde está la logística que aparece como por arte de magia para reprimir manifestaciones, pero que se esfuma cuando se trata de salvar una vida?
La situación es todavía más alarmante si se considera que Doraiky sufría episodios de pérdida de memoria transitoria, lo que hace más probable que se haya desorientado. No es agresiva, no es conflictiva. Solo una mujer vulnerable que un día desapareció, y cuya familia está dispuesta a dar 350 mil pesos cubanos a quien aporte información confiable.
Pero ni eso ha movido un dedo en los despachos del poder. Ni siquiera han tenido la decencia de emitir un comunicado. Nada. Silencio absoluto. Y no es un caso aislado. Cada vez son más las desapariciones reportadas en Cuba que dejan al descubierto lo que ya muchos saben: no existe un sistema eficaz para responder a estas tragedias humanas.
Maura no se rinde. Su lucha, lejos de apagarse, se fortalece. Y con ella, crece el clamor de un pueblo cansado de ver cómo sus hijos se esfuman y el Estado mira para otro lado. Doraiky no puede ser un nombre más en la larga lista de cubanos desprotegidos. La gente está hablando, compartiendo, buscando. Lo que no hace el régimen, lo está haciendo el pueblo.
Porque en Cuba, la vida de un ciudadano común parece valer menos que un discurso vacío. Y eso, tarde o temprano, va a pasar factura.
