La guerra de micrófonos entre Rusia y Ucrania sigue calentando el escenario internacional, y esta vez la Isla no se queda fuera del escándalo. Según fuentes de inteligencia ucranianas, el régimen cubano habría pagado por adelantado más de 600 millones de rublos a Rusia para reparar dos helicópteros presidenciales, pero Moscú —como buen socio tramposo— no ha hecho ni el intento de cumplir.
El medio ucraniano Canal 24, respaldado por el grupo de inteligencia InformNapalm —el mismo que ha expuesto la presencia de cubanos en el ejército ruso— asegura que el contrato fue firmado entre la empresa estatal cubana Technoimport y el holding ruso Helicópteros de Rusia, con el objetivo de revisar dos Mi-17-1V usados por la presidencia cubana. Sin embargo, los papeles filtrados muestran que, pese al jugoso adelanto, el trabajo nunca arrancó.
El contrato, según apuntan los informes, es parte de una alianza militar entre los regímenes de Putin y Díaz-Canel que no se ha detenido ni siquiera después de la invasión a gran escala de Ucrania. De hecho, los reportes denuncian que Rusia ha incumplido sistemáticamente los plazos, ha exigido más pagos y se ha comportado, literalmente, como un “estafador profesional del mercado militar internacional”.
En Cuba, se estima que hay registrados unos 60 helicópteros de fabricación soviética o rusa, muchos de los cuales ya están más oxidados que las promesas del castrismo. En su momento, la agencia rusa RIA Novosti confirmó que existía un convenio entre ambas partes para suministrar la documentación necesaria y que la reparación se haría en la empresa estatal cubana “Yuri Gagarin”.
Allá por 2016, el entonces director adjunto de Helicópteros de Rusia, Igor Chechikov, se llenaba la boca diciendo que este era “el primer paso para autorizar la empresa de reparación en Cuba”, y que los manuales técnicos se entregarían “lo antes posible”. Pero de aquello solo quedan las palabras. El silencio actual de Moscú y La Habana ante estas acusaciones solo confirma la falta de transparencia y el desprecio por el pueblo cubano, que sigue pagando las consecuencias de estas alianzas sin escrúpulos.
Mientras tanto, el régimen de Díaz-Canel se mantiene firme en su apoyo a la invasión rusa de Ucrania, intentando sacarle tajada a esta “nueva luna de miel” con el Kremlin. Analistas rusos no han ocultado su intención de revivir bases militares en el extranjero, y claro, Cuba —a solo 90 millas de EE.UU.— les viene como anillo al dedo.
Ya suenan rumores de contratos para modernizar el arsenal obsoleto que heredaron de la era soviética. La propaganda rusa, desde medios como Sputnik, vende la idea de que Cuba es “un cliente interesante” para el equipo militar moderno. Pero lo cierto es que el pueblo cubano no necesita helicópteros ni bases extranjeras, sino comida, libertad y dignidad.
Y mientras el castrismo juega a los soldaditos con Putin, la realidad en las calles de la isla grita a pulmón pelado por un cambio que no llega en forma de armamento, sino de justicia.