Sandro Castro, el nieto más desinhibido del difunto dictador Fidel Castro, volvió a encender las redes en Cuba con uno de sus acostumbrados desvaríos mediáticos. Esta vez, lo hizo con un video que parece salido de un sketch de mal gusto, pero que él presenta como el inicio de una “serie dramatizada”.
El audiovisual, publicado este domingo, no pasó desapercibido. Acompañado del mensaje “Capítulo 1 del Secuestro… Continuará”, el clip muestra a Sandro metido en el personaje de un sacerdote extravagante, pero sin sotana, claro, porque lo suyo es más show que espiritualidad.
La escena se desarrolla en plena calle habanera, donde aparece subido en una carretilla de construcción como si fuera un trono sagrado, empuñando su ya mítica botella de cerveza Cristal, que él mismo ha rebautizado como “Cristach”, y con la cual hace “bendiciones” a todo el que se le acerque. Lo que debería ser un simple performance, se transforma en una especie de ritual urbano al más puro estilo del absurdo tropical.
Entre gritos, muecas exageradas y frases sin sentido, rocía cerveza sobre los curiosos que, entre risas y confusión, se prestan al circo. En medio del delirio, irrumpen en escena varios personajes disfrazados de brujas, a los que Sandro llama, con tono bufonesco, “las tarántulas de Pasmepotania”. Una especie de universo inventado que solo existe en su cabeza.
El momento más estrambótico llega cuando estas “brujas” lo “secuestran” y lo suben en un carruaje, mientras él grita que lo están llevando “a las mazmorras”. Sí, así mismo, como si estuviera en una telenovela de bajo presupuesto escrita por alguien que mezcló ron, ego y aburrimiento.
Sandro Castro no sorprende ya por su falta de sentido del ridículo, sino por la manera en que utiliza el privilegio que le heredó el apellido. Mientras en Cuba la gente lucha por sobrevivir con lo mínimo, él se pasea haciendo parodias que no hacen más que retratar el cinismo y la desconexión de la cúpula familiar del castrismo con la realidad del pueblo.
Este “capítulo 1” deja claro que el nieto del tirano prefiere montar espectáculos para distraer del desastre que su abuelo ayudó a crear. Pero ni con todo el teatro del mundo podrá borrar la memoria de quienes saben que su apellido está atado al sufrimiento de generaciones enteras. Lo triste es que, en la isla, el absurdo se ha vuelto costumbre… y hasta eso se graba para entretener.