Lisandra y Wilson dejaron atrás el caos, el miedo y la miseria de la isla, para armarse un nuevo comienzo en poco más de 30 metros cuadrados en México. Allí, entre un ventilador, una cocinita, camas compartidas y mucha esperanza, esta pareja cubana agradece cada respiro que no les sabe a represión.
“No es el sueño americano, pero para mí es un sueño bonito”, confiesa Lisandra con una sonrisa, mientras enseña con orgullo su CURP, ese papelito que representa algo tan simple y poderoso como vivir legalmente sin tener que mirar por encima del hombro.
Esta pareja forma parte de una marea de más de 300 mil cubanos que en solo dos años decidieron largarse del infierno castrista. Muchos no llegaron a cruzar a Estados Unidos; optaron por México, un país que, aunque no perfecto, al menos no les exige rendir culto a ningún dictador.
La llegada de Donald Trump en enero de 2025 cambió la ecuación migratoria, sí, pero ellos ya sabían que su destino era otro. “Nosotros veníamos para aquí”, afirma Lisandra sin titubeos, en un video publicado por Azteca Noticias en TikTok, donde otros migrantes como ella comparten sus historias.
México, aunque precario, se volvió un refugio real. Las imágenes no esconden la pobreza, pero sí revelan una verdad aún más poderosa: muchos prefieren una vida modesta pero libre, que seguir siendo rehenes de la dictadura cubana.
Lisandra limpia casas por un jornal diario. Wilson trabaja en una placita y cobra 2,800 pesos cada quincena. Pagan 5,000 pesos de renta al mes. “Nos quedan 600 pesos”, dice ella. Y sin embargo, eso no borra la gratitud de poder caminar sin miedo, ni la tranquilidad de tener un techo propio.
“Ya no tengo miedo”, suelta Lisandra, como quien respira hondo por primera vez después de años de asfixia.
En Tapachula, Chiapas, la escena se repite. Para muchos cubanos, esa ciudad fronteriza ya no es solo una escala: es el destino final. Jordan, otro migrante, lo tiene claro: “Ya yo quiero quedarme aquí en México”, dice mientras sueña con llegar a Cancún.
La ACNUR estima que en 2024 se recibieron casi 80 mil solicitudes de asilo en México. Cuba, junto a Haití, Venezuela, Honduras y Nicaragua, encabeza la lista de nacionalidades que huyen de regímenes autoritarios y crisis humanitarias.
Pero no todo es color de rosa. La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) se demora meses en responder. Dixie, una joven cubana que aún no tiene papeles, lo resume con resignación: “Hasta aquí ya es la esperanza”.
Y en medio del laberinto burocrático, muchos se reinventan. Yaimer, carpintero callejero, lo dice sin rodeos: “Uno dice el sueño, pero la verdad es que uno salió para mejorar. Y aquí, si tienes trabajo, no te va mal”.
Otros, como un joven cubano que se volvió payaso de fiestas infantiles, han encontrado en la creatividad una forma de resistir y avanzar. Entre risas ajenas, sostiene su vida y gana respeto en su comunidad.
Eso sí, los obstáculos legales y laborales no se acaban. Discriminación, papeles vencidos, trámites eternos… todo eso pesa. Una migrante denunció lo difícil que es conseguir empleo estable sin documentos actualizados. La falta de asesoría jurídica complica más el panorama.
Aun así, la gente no se rinde. Un cubano, tras meses de espera, consiguió un trabajo formal y lo celebró como si hubiera ganado la lotería. “Fue el día más feliz de mi vida”, dijo entre lágrimas y orgullo.
Porque sí, México puede que no sea el paraíso, pero para estos cubanos representa algo que en su país ya no existe: la posibilidad de construir un futuro, aunque sea con las uñas. Sin Fidel, sin Díaz-Canel, sin miedo. Solo con trabajo, dignidad… y libertad.