En Cuba, hasta pelarse se ha vuelto un lujo. Lo que antes era un trámite sencillo, ahora se siente como un gasto de “alta gama”. En Holguín, los vecinos no se andan con rodeos cuando hablan del tema. “Los barberos están cobrando una barbaridad. El pelado más baratico te sale en 200 pesos, y eso en cinco minutos. ¡Una locura!”, se queja Rolando Delgado, como quien no da crédito a lo que está viviendo.
Y no es solo quejarse por gusto. Detrás de los altos precios hay una realidad dura: los barberos tienen que costearse herramientas y productos importados, muchas veces en dólares, mientras el peso cubano se desmorona como castillo de naipes. Lo que antes era asequible, ahora es una inversión, y esa cuenta, por supuesto, la termina pagando el cliente. Los más afectados: los jubilados, para quienes pelarse se ha vuelto casi un lujo de otro mundo.
Víctor Herrera, también de Holguín, lo dice con cierta resignación: “Los barberos son padres de familia, y tienen que comprar sus cosas… pero nunca se había visto una cosa tan cara pa’ pelarse en Cuba”.
Los precios han explotado. Gerardo Martínez comenta que ya un corte básico puede costar hasta 500 pesos, y si pides algo más específico, como un degradado, prepárate para abrir la billetera. El corte de pelo, ese ritual sencillo de toda la vida, ahora viene con recargo inflacionario.
Ante esa subida astronómica, la gente se ha buscado sus mañas. Onelio García, por ejemplo, tiene su solución clara: mejor comprar una maquinita y pelarse uno mismo. “Con lo que gastas en un año en la barbería, te compras tres máquinas”, dice con toda la lógica del mundo. Lucrecia Torres, vecina de la zona, confirma que muchos han tomado ese mismo camino. “Mi nieto lo pela el papá. Le compró una maquinita y resolvió”.
Mientras tanto, el régimen cubano intenta maquillar la realidad, achacando todo a la inflación generalizada. Según cifras oficiales, el cierre inflacionario del 2024 fue de un 24,88%, pero esa historia no convence a muchos. El economista y exministro José Luis Rodríguez pone el dedo en la llaga: la inflación en el sector no estatal —donde operan la mayoría de los barberos— se disparó hasta un 82%. Y su advertencia es directa: los salarios, pensiones y ayudas sociales no alcanzan ni para lo básico.
Toda esta debacle tiene nombre y apellido: la fallida Tarea Ordenamiento. Esa reforma impuesta por el régimen en 2021 vino con promesas, pero dejó más miseria. En palabras del economista Elías Amor, lo que trajo fue una subida brutal de precios, escasez y una inflación “desconocida para muchos cubanos”.
Y por si fuera poco, el dólar sigue reventando el mercado informal. Hoy se cotiza a más de 380 pesos, y los barberos que necesitan comprar tijeras, talcos o máquinas, no tienen más remedio que ir al mercado negro. Todo ese gasto se traduce en cortes cada vez más caros.
Reynaldo Torres, un barbero de Alcides Pino, cuenta su calvario: entre pagar el alquiler del local, la patente, la corriente y mantener sus herramientas, “no queda otra que subir los precios si queremos sobrevivir”. Encima de eso, los alimentos y todo lo demás también están por las nubes, así que no les da margen.
Pero entre tanta calamidad, aún hay gestos de humanidad. En Holguín, un grupo de barberos organiza cortes gratis en el parque San José, sin fecha fija, solo con las ganas de ayudar a quienes no pueden pagar. Una iniciativa que demuestra que, incluso entre el caos, todavía queda solidaridad.
Todo esto empezó cuando el régimen empezó a privatizar las barberías en 2010, dejando que cada cual se buscara la vida. Lo que en los 70 costaba un peso, hoy supera los 1.500 en algunos sitios de La Habana, como denunció el periodista Carlos Herrera. Una cifra superior a la pensión mínima, lo que convierte un simple corte en un lujo inalcanzable para un jubilado.
Y ese es el verdadero drama. Emilio Sánchez lo dice sin adornos: “Mi jubilación no da. Me pelo yo mismo con una tijera vieja frente al espejo. No me queda de otra”. Así está Cuba: un país donde ni pelarse es sencillo, porque el régimen ha convertido hasta lo más básico en un problema diario.
La isla arde en inflación, miseria y abandono, y mientras los de arriba se enredan en discursos vacíos, el pueblo sigue rapándose la dignidad a tijeretazos, solo para seguir sobreviviendo.