Salen a flote nuevas piezas del rompecabezas en torno a la misteriosa muerte del reguetonero cubano El Tiger, cuyo nombre real era José Manuel Carbajal Zaldívar. Este lunes se divulgó la grabación del primer interrogatorio policial a Damián Valdez Galloso, el principal sospechoso, captado en cámara apenas unas horas después de su arresto en Nueva York, el pasado 29 de octubre de 2024.
El material fue compartido por el periodista Javier Díaz, durante una emisión de Noticias 23 Univisión, y muestra a un Valdez desesperado por limpiar su nombre. Desde que le leyeron sus derechos, soltó sin pelos en la lengua: «Ustedes saben que yo no lo maté. Ustedes están claritos que yo no lo maté».
Según su relato, El Tiger no llegó solo esa noche. Iba en compañía de dos hombres: uno se quedó afuera y el otro entró a la casa. Supuestamente, el cantante le pidió 20 mil dólares prestados, aunque ya le debía 18 mil. “Le dije: ‘José, si tú me debes 18, ¿de dónde voy a tener 20 mil?’”, contó Valdez, con tono de incredulidad.
Dice que se alejó un momento, quizás a buscar agua o al baño, y al regresar, se topó con una escena de horror: El Tiger tirado en el portal, ensangrentado. “Salgo corriendo para atrás, le llamo a la muchacha, a la nuera mía, y le digo ‘vamos, que yo creo que a José le hicieron algo ahí’”, declaró.
El acusado también aseguró que fue él quien llamó al 911. Incluso afirma que, poco después, un auto lo interceptó en la calle y «le tiró», como si quisieran borrarlo del mapa. Pero no soltó muchos detalles de ese supuesto atentado.
Sobre el asesino, soltó una descripción vaga: un hombre blanco con un tatuaje en el cuello. Negó haber limpiado sangre en el sitio del crimen y se aferró a la versión de que otro fue quien disparó.
Sin embargo, los documentos judiciales lo pintan en otra película. El cuerpo del reguetonero tenía heridas que encajan con un tiroteo a quemarropa. Además, se encontraron rastros de sangre dentro de la casa de Valdez, lo que contradice su esfuerzo por desligarse del caso.
El proceso ha estado trancado por constantes contradicciones y retrasos, agravados por quejas de la defensa sobre irregularidades en el expediente. En mayo se había anunciado una posible fecha para el juicio, pero la audiencia fue pospuesta otra vez.
Una pieza clave en todo esto es la llamada al 911, donde Valdez reportó el incidente como un “accidente”. En ese audio, se escucha a un hombre nervioso, que nunca admite el crimen directamente, aunque sí se percibe el peso de la tensión.
El caso de El Tiger, lejos de aclararse, sigue rodeado de sombras, y aunque Valdez jura que no fue él, las pruebas parecen contar otra historia. En medio de este drama, lo único cierto es que un artista joven perdió la vida en circunstancias turbias, y la justicia sigue buscando la verdad entre verdades a medias.