Desde que llegó a EE. UU., Wendy no ha hecho otra cosa que esforzarse al máximo. Completó la preparatoria en solo dos años, sacó tremendas notas y fue aceptada en Texas State University para estudiar pediatría. Gracias a su desempeño, obtuvo una beca que hoy podría perder si no sale a tiempo para comenzar el semestre.
“Esto puede destruir su futuro”, advirtieron sus abogados, que aseguran que Wendy no representa ningún riesgo y ha cumplido con cada paso legal desde que solicitó asilo. Su detención, según Univisión, fue calificada como un error administrativo… pero aún así sigue presa.
Un arresto doloroso e incomprensible
Su padre, Orliandis Vega, no puede olvidar el momento en que la vio alejarse, escoltada por agentes de ICE. “Eso fue criminal”, dijo entre lágrimas. La familia entera está devastada, pero Wendy es quien más lo ha sentido.
Dentro del centro de detención, la joven ha sufrido ataques de pánico, insomnio y crisis de ansiedad. Extraña a su hermanito de 9 años, con quien compartía todo, y le cuesta comprender por qué está encerrada si no ha hecho nada malo.
“Aquí hay personas mayores y menores que yo, llorando porque no entienden por qué están aquí. Es muy triste lo que se vive”, relató Wendy en una llamada reciente.
¿Un castigo sin sentido para una joven ejemplar?
La audiencia que podría definir su libertad está prevista para finales de julio, pero el reloj no se detiene y el semestre universitario ya está cerca. Mientras tanto, su historia se ha vuelto símbolo de la frustración de miles de migrantes que, como ella, llegaron con la esperanza de estudiar, trabajar y aportar a una sociedad que muchas veces les da la espalda.
Los abogados insisten: mantener a Wendy detenida es cruel, innecesario y desproporcionado. Ella no solo representa un caso individual, sino el reflejo de lo que está mal en un sistema migratorio que castiga incluso a los que hacen todo bien.