En un nuevo capítulo de represión disfrazada de “legalidad”, el régimen cubano ha puesto en la mira a dos figuras claves de la masonería en la Isla, lanzando sobre ellos acusaciones por supuesto tráfico de divisas. Detrás de la movida, lo que realmente se esconde es el mismo viejo guion del castrismo: acallar, intimidar y desmantelar cualquier estructura que funcione de manera independiente.
El propio José Ramón Viñas Alonso, Soberano Gran Comendador de los masones cubanos, reveló este martes en Facebook que fue citado por la Seguridad del Estado e imputado por “tráfico de divisas”, tras una serie de preguntas sobre viajes internacionales de miembros de la institución y el origen de los fondos que usan.
Pero la cosa no cuadra.
Viñas explicó que el supuesto “delito” está relacionado con dos simples cambios de 100 dólares entre hermanos masones, aprobados unánimemente por el Patronato de la organización, para cubrir gastos urgentes del asilo que administran. El problema, según las “autoridades”, fue que esos dólares se cambiaron a 370 CUP —la tasa real del mercado— y no al ficticio tipo oficial de 120 pesos. Como si usar la lógica en Cuba fuera ahora ilegal.
“Nos dicen que el tráfico de divisas es por no cambiar en el banco… y que eso conlleva de 2 a 5 años de cárcel”, escribió Viñas, dejando claro que no tienen ni una multa de tránsito y que la jugada es más política que económica. Le impusieron restricciones de movimiento y regulación migratoria, como parte de la estrategia de hostigamiento.
“Sabemos lo que se pretende con todo esto”, sentenció Viñas. “Será lo que tenga que ser, pero dejo constancia de nuestra inocencia.”
El escritor y periodista independiente Ángel Santiesteban Prats también confirmó que tanto Viñas como el Gran Maestro Juan Alberto Kessel Linares fueron liberados, pero siguen bajo procesos penales. Es decir, libres… pero con la soga al cuello.
En ese mismo tono de denuncia, el masón Sergio Rafael Vidal Águila lanzó un duro mensaje en redes sociales, acusando al régimen de lanzar un “ataque frontal, despiadado y sin pudor” contra la masonería. Y no por casualidad: lo hacen justo cuando la institución empieza a mostrar signos de resistencia frente al control totalitario.
Según Vidal, Kessel Linares está acusado de “incitación a delinquir” por haber respaldado a miembros que intentaron impedir una violación de la gobernanza masónica. Le habían impuesto la orden de no acercarse al Gran Templo Nacional y lo están procesando por haber ido a trabajar. Así, sin más.
Sobre Viñas, Vidal recordó que ha sido acosado durante más de un año, y que este caso de “tráfico de divisas” es solo otro intento burdo de desprestigiar a quienes no se arrodillan ante el poder.
“Mientras Cuba se desmorona entre droga, apagones y delincuencia, la Seguridad del Estado gasta sus recursos en perseguir masones”, escribió Vidal con ironía y rabia.
También recordó el papel histórico de la masonería en la lucha por la libertad en la Isla. Figuras como Fidel Castro, Ramiro Valdés y Abel Santamaría encontraron apoyo en logias tras el Moncada, y fue un masón quien le salvó la vida al propio Fidel con la frase “las ideas no se matan”. Ironías de la historia.
Vidal cerró su mensaje con una advertencia clara: el régimen lleva años tratando de controlar la masonería, pero ahora lo hace abiertamente y con el respaldo de instituciones como el MINJUS, que está metido hasta el cuello en estas acusaciones manipuladas.
“Cuando ustedes ya no estén, nosotros seguiremos estando ahí”, escribió Vidal. “Y en alguna pared aún en pie, una tarja de bronce seguirá diciendo mucho más de nosotros que lo que ustedes puedan decir alguna vez.”
La masonería cubana vive hoy uno de los momentos más tensos de su historia reciente. Tras el escándalo de corrupción que tumbó al anterior Gran Maestro Mario Urquía Carreño, la organización enfrenta ahora su segunda gran crisis institucional, pero con una diferencia: esta vez la respuesta ha sido unidad y resistencia.
Decenas de masones se plantaron frente a la Logia de San Diego en La Habana para defender la soberanía de su institución, después de que el Ministerio de Justicia pretendiera imponer a Lázaro Cuesta Valdés, un peón del régimen, desconociendo la elección legítima de Kessel Linares como Gran Maestro.
La gota que colmó el vaso fue cuando los masones, a viva voz y cantando el Himno de Bayamo, sacaron del templo a Mayker Filema Duarte, el enviado del castrismo para meter la cuchara.
El régimen, una vez más, demuestra que no tolera ni la más mínima muestra de autonomía. Pero esta vez, los masones no se han dejado doblar el brazo, y en vez de rendirse, están dando una lección de dignidad. En una Cuba llena de miedo y silencio, su valentía brilla con fuerza.