El actor y realizador cubano Alberto Yoel García volvió a dar de qué hablar con el estreno del teleplay El Tarifazo, disponible ya en YouTube. Esta obra no solo es cine: es un espejo afilado que refleja la indignación de los jóvenes universitarios frente al atropello que significa la nueva política de Etecsa, ese pulpo estatal que controla y restringe el acceso a internet en Cuba como si se tratara de un lujo y no de un derecho.
La cinta no se anda con rodeos. Desde el primer minuto deja claro que el malestar social está a flor de piel, y que la juventud cubana no piensa quedarse callada mientras le cierran el único resquicio de libertad que le queda: la conexión digital con el mundo. A través de un guion valiente y actuaciones intensas, García pone sobre la mesa uno de los conflictos más encendidos del país: la miseria tecnológica impuesta por un régimen que teme a la información.
Uno de los momentos más potentes lo protagoniza el veterano actor Bárbaro Marín, quien, con una actuación magistral, se convierte en la voz de millones de cubanos hartos de vivir entre apagones, cisternas vacías y fogones fríos. En una escena que ya muchos comparten en redes, Marín revienta de frustración desde la puerta de su casa: “¡Lo que me falta para salir a las calles con un caldero, titán tita tita, tiritita… pongan luz, pongan agua, pongan gas, pongan todo… son dos apagones más!”
Esa frase no es solo teatro, es la pura realidad de un pueblo que ha sido exprimido hasta el límite. La ironía, el dolor y el sarcasmo de sus palabras tienen más fuerza que cualquier editorial del Granma. Es el tipo de mensaje que al régimen le incomoda, le pica y le quema, porque proviene de una voz legítima y querida por el pueblo.
Aunque hasta ahora Alberto Yoel no ha recibido amenazas ni llamadas de atención, según fuentes cercanas, él sabe muy bien cómo se bate el cobre en la Cuba censurada. Está claro que el aparato represivo no duerme, y que cualquier gesto de disidencia artística podría costarle caro. Aun así, el director sigue apostando por contar las verdades que en la televisión oficial ni se insinúan.
García, recordado por su papel en Habana Blues y con una carrera sólida tanto en teatro como en televisión, ha decidido romper con las ataduras del discurso oficial y lanzarse al ruedo como creador independiente, fuera del alcance de los guiones aprobados por la Seguridad del Estado.
Y como era de esperarse, los medios estatales han hecho silencio absoluto sobre esta producción, ignorando lo que no pueden controlar, tapando lo que ya es imposible ocultar: que la rabia está en la calle, en los teléfonos, en las redes y, ahora también, en las pantallas de los cubanos.
El Tarifazo no es solo una película. Es una señal clara de que el arte libre sigue vivo y que, aunque traten de apagar la verdad con decretos y tarifas abusivas, siempre habrá alguien dispuesto a encender una cámara y gritar lo que tantos callan.
